Una proeza. Eso es lo que consigue Oriol Bosch con su enfoque sobre la figura, humana y deportiva, de Pau Gasol. Lo he podido ver con personas a las que no les gusta el baloncesto y también les enganchaba... ¿Por qué? Por su tratamiento, casi desde el sentimiento. Bosch no está interesado en mostrarnos un superhéroe (también podría haberlo hecho), sino en sacar a la luz a un deportista de élite, con sus blancos, negros y grises. Era difícil hacer un documental sobre el mejor deportista español de la historia, mostrando honestidad y transparencia (y no sobreactuaciones como en el caso del documental de Sergio Ramos), y aquí se consigue con un resultado inolvidable. Un legado más allá de victorias y derrotas.

Un acierto cómo se combina presente y pasado, los flashbacks poseen la poesía de la melancolía y fuerza de la rabiosa actualidad: te hacen vivir momentos del pasado como si fueran el ahora, por cómo está realizado. Se nota que hay admiración de Bosch hacia Gasol.