Nadie puede discutir que ésta es una gran película, quizá no la mejor de la historia del cine español, pero sin duda la más singular, en el sentido de simpar, sin semejante, a no ser "El espíritu de la colmena", aunque ésta, si bien carece de precedentes, ha dejado una huella en nuestro cine que se palpa en muchos films posteriores. "La tía Tula", en cambio, no ha dejado esa huella. Es una rara avis.
Nadie puede discutir que Aurora Bautista hace una interpretación insuperable de su personaje. Insuperable y conmovedora. Y que sólo por verla y por oír su maravillosa voz, ya valdría la pena, aunque el resto de los actores fueran de pacotilla (que tampoco lo son).
Nadie puede discutir que Miguel Picazo ha trazado el retrato más perfecto de la familia burguesa española de mediados del franquismo, con una veracidad, una objetividad, una carencia de prejuicios, y sobre todo una hondura moral y psicológica que dejan en pañales a la inmensa mayoría del corpus cinematográfico español de ayer, de hoy y de siempre.
Y, finalmente, nadie puede discutir que quienes ante ese retrato, por el hecho de ser la España de 1960 un país económicamente atrasado, se ponen a hablar de una supuesta opresión social y religiosa en contraste con la libertad de que gozamos, NO HAN ENTENDIDO NADA.
La Tía Tula no trata de crítica social sino espiritual. No juzga el estado de cosas del país sino la soberbia que anida en el corazón humano, y especialmente de la mujer.
La tía Tula es el mejor ejemplo que jamás ha dado el cine de las virtudes admirables y de los defectos ocultos de la mujer española. Un alma grande pero no humilde.
Mujer española que, aunque se crea lo contrario, aún no ha desaparecido por completo.