Estoy absolutamente convencido de que, si esta película se hubiera hecho hoy, la crítica especializada no encontraría elogios suficientes para ponderarla. Se mire como se mire, se trata de un peliculón, absorbente de cabo a rabo: un escabroso drama criminal lindando con lo macabro, rodado con enorme elegancia, con gran sentido narrativo, con unos diálogos finísimos y con unas actuaciones excelentes de todo el elenco.
Ah, y no hagan caso a los que tachan el guion de previsible. No lo es. Es una historia original que no decae en su resolución (como tantas otras), aunque no puede negarse que la trama se hace un poco retorcida e inverosímil por momentos. Digo retorcida e inverosímil, que no disparatada.
Y que esta película sea hoy tan desconocida no tiene nada de particular. Como diría aquél, la juventud viene pisando. Es decir, para abrirse camino, los nuevos realizadores y quienes los financian no tienen otra salida que ignorar, ningunear, o directamente despreciar, el 98 por 100 del cine que se había hecho en España hasta que llegaron ellos. La ley de la selva aplicada al mundo del arte. Sálvese quien pueda.