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España España · Pamplona
Voto de Asier Gil:
7
Drama El Padre James Lavelle (Brendan Gleeson) se esfuerza por conseguir un mundo mejor. Le preocupa ver la cantidad de litigios que enfrentan a sus feligreses y a la gente de su parroquia, y le entristece que sean tan rencorosos. Un día, mientras está confesando, recibe una amenaza de muerte de un feligrés anónimo. (FILMAFFINITY)
14 de enero de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Clichés, tópicos y lugares comunes atestan el metraje. El protagonista, un sacerdote de un pequeño pueblo en la costa irlandesa, oyó la llamada de Dios cuando su mujer ascendió a los cielos. Inerte por la tristeza, hipotecó sin avales su hígado y apartó de su lado a una hija que, años después, regresa a abrazarlo tras haber intentado coger ese atajo que empieza en la muñeca y termina sin salida. Sopla el viento. Y se ven parajes verdes poblados por tipos que lo mismo levantan un vaso que empuñan un bate de madera. Porque todos sus feligreses presentan taras emocionales gigantescas, y él los escucha con ánimo redentor y un aura de santidad que crepita al chocar con un cuerpo que entiende el pecado. La música orquestal satura de melancolía las escenas, mientras la cámara se mueve de forma pausada y enfoca en primeros planos los rostros que, en ocasiones, miran al espectador reclamándole que comparta su locura. Ni la forma ni el contenido resultan novedosos para retratar los siete días en los que un hombre debe poner en orden su vida antes de despedirse. Y, sin embargo y a pesar de sus excesos, la efectividad de 'Calvary' es indiscutible.
Comenzando por un inicio arrebatador. Una primera frase demoledora que abre un diálogo en el que una voz invisible en un confesionario le cuenta al protagonista que sufrió abusos sexuales de un cura cuando era un niño, y le alerta de que él, pese a ser inocente, expiará su culpa el siguiente domingo a balazos en una playa. En esa semana, el sacerdote -que, a diferencia del público, conoce la identidad del asesino- se reunirá con los miembros de su parroquia para tratar de ayudarlos por última vez.
La dirección de John Michael McDonagh, cuya firma aparece también al pie del guion, reniega de excentricidades o sellos de autor para transmitir de un modo claro y conciso lo que desea: ahondar en la vida interior del protagonista y emocionar con su entereza frente a la amenaza de muerte. No obstante, sus cualidades se presentan a través de sus relaciones con el resto de personajes. Es en este aspecto donde radica la principal fuerza del filme, gracias a unos diálogos que profundizan en la espiritualidad del clérigo y en los anhelos de sus vecinos, sin perder realismo y con una validez asombrosa. De hecho, el realizador irlandés se excede con el uso de la música y con el carácter extremo de algunos de los habitantes del pueblo en su objetivo de conmover al espectador. Pero lo logra. Y mucho mejor que en su debut en el 2011 con 'El irlandés', película con la que comparte toques de un humor negro innato, aunque no tan ácido como en su ópera prima. La trama, con reminiscencias de 'western' y que no decae en ningún momento por el deseo de conocer quién es el antagonista, escapa de la crítica a la pederastia, ya que la acción se centra en describir la personalidad del cura y en cómo trata de buscar el afecto de sus feligreses.
Todo lo anterior hubiera fracasado si McDonagh no contara con el que se está convirtiendo en su actor fetiche, Brendan Gleeson. Impresiona la cantidad de matices que aporta a su actuación el intérprete irlandés. La paz y serenidad que transmite en sus paseos por la playa contrastan con la ira que desata cuando se le provoca, la firmeza con la que desafía a sus interlocutores y el amor, la comprensión, la tristeza y el cansancio de un ser humano noble y compasivo que pone a prueba su alma en su camino al Calvario.

Diario de Navarra / La séptima mirada
Asier Gil
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