En el gran estercolero que se ha convertido esta pelota azul en que vivimos, uno se da cuenta de cómo, día a día, el hombre en su afán por hacer más cómoda su existencia, la complica más y más; hay personas que, como Jean Marc, nos quedamos atónitos al ver cómo la existencia humana se vuelve compleja, casi tan ininteligible como cuando uno abre las tripas de un televisor y ve cables, placas, tubos, aleaciones extrañas, y echamos de menos ese mundo de la infancia que era sencillo, nítido, claro, en el que todo parecía regirse por una misteriosa ley natural autocorrectora, como si para cada problema existiera un botón; pero al hacerse adulto uno se enfrenta a ese mar de contratos, matrículas, formularios, oficinas, sedes administrativas, impresos, pagos, hipotecas, horarios, atascos, trenes, cigarrillos mal fumados, paseos forzados, y realidades virtuales para poder huir -aunque sea por un fin de semana- de todo lo anterior.

No sé, quizá desde el punto de vista del léxico cinematográfico sea un film más, pero la historia, la narración me ha parecido fabulosa y comparto con el protagonista ese pesimismo. El guión de este film lo hubiera podido firmar Cioran.

Muy recomendable.