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Voto de Cero por la boca:
3
Drama La Última Orden se inspira en una historia supuestamente real, que se atribuye a Ernst Lubitsch. Su protagonista es un aristócrata zarista arruinado que, tras la Revolución Soviética, acaba recalando en Hollywood, donde trabaja como extra en una película que narra los convulsos días de la Revolución de 1917, y en la que encarna a un personaje cuya vida es idéntica a la suya. Esta extraña e insólita situación hace que afloren a su ... [+]
14 de agosto de 2014
3 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Josef von Sternberg nos relata una historia poco creíble y super forzada, sacada del melodrama mas ridículo que lideró las taquillas de todo el mundo, una historia bonita para pasar el rato, entretenida y nada más, y después dicen que el cine de oro está en ésta época o que todas las películas de ésta época merecen puntajes altísimos.

Bueno, al punto, Josef von Sternberg nos relata la historia de un noble general, querible por cualquier lado que se le mire, un abuelito bonachón, y atención aquí: nos cuenta que los revolucionarios rusos son brutos brutos, violentos, salvajes y borrachos, unos auténticos monos con metralleta, unos cavernicolas, todo tan maniqueista que da asco.
Esa escena de los revolucionarios, oscuros y terroríficos, mirando por la ventana es digna de las películas de propaganda tan numerosas durante la guerra y la caza de brujas.

Es cierto que el viejo luchando por ser un extra es el mejor momento del film pero dura tan poco que uno intuye que lo que más le interesa a Josef von Sternberg es relatarnos una típica historia de melodrama y joder a los rusitos.

El final debería pasar por uno de los mas teatrales y ridículos momentos de la historia del cine, pero ya sabemos que ésta película se suma a la larga lista de películas sobrevaloradas de la "época de oro del cine".

Analizar cuestiones técnicas del film me parece una superficialidad y para eso están los sabios del cine, esos que han leído demasiado a los críticos pretenciosos y vacíos del cine, los han leído tanto que se han olvidado de su emoción más auténtica.
Cero por la boca
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