Luna de Avellaneda de Juan José Campanella es un drama basado en un club de barrio que vive de la nostalgia de una época pasada de esplendor, y que pretende ser salvado por algunos incondicionales de que este sea vendido para pagar sus deudas y montar así un casino. Dirigida con un ritmo sosegado y con el estilo íntimo y particular propio del director, es una obra hermosa y sentimentalista al plasmar una historia sencilla pero efectiva en la que unos socios defienden el club suyo de toda la vida para evitar que lo vendan, cautivando con belleza a los seguidores del género que quedarán satisfechos tras su visionado tanto por la emotividad de la historia como por sus buenas interpretaciones.
La fotografía es sugestiva a cada época plasmada, gracias a una labor lumínica y vistosa que es idónea para lo que ofrece al estar repleta de matices estéticamente bien trabajados. La música es evocadora por sus tangos y otras canciones rítmicas que estimulan, añadiendo melodías variadas que dan nostalgia y emotividad en ocasiones al film en un oportuno acompañamiento musical. Los planos y movimientos de cámara consuman una buena labor técnica mediante el uso de la cámara en mano, grúas, reconocimiento, generales, primeros planos, seguimiento, plano-contraplanos, subjetivos, circulares y tercera persona en una labor personal que saca lo mejor de la historia y las interpretaciones.
Las actuaciones son profundas y remarcables del primero al último. Como protagonistas Ricardo Darín está convincente y puro en su labor, Eduardo Blanco está genuino y carismático en su línea habitual y José Luis López Vázquez señalado en un buen papel, siendo convincentes los acompañamientos de Mercedes Morán, Valeria Bertuccelli, Daniel Fanego, Silvia Kutika y Atilio Pozzobon. Emplea para estos la dirección artística unos vestuarios y caracterizaciones sugestivos de cada época narrada, siendo más elegantes y esmerados en el pasado e informales en el presente.
El guion, escrito por el director junto con Fernando Castets y Juan Pablo Domenech, es entrañable y algo desilusionado por llevar por bandera una trama que toma como base la lucha de varias personas por salvar un club con mucha historia y tradición para el barrio y que además recoge a jóvenes para practicar deporte y algunos quieren venderlo para hacer un casino y pagar así las deudas pendientes, finalizando un conmovedor film que merece la pena ser visto por toda clase de públicos y en especial por los más sentimentales. Esto se lleva a cabo con una narrativa sugerente y natural del lugar que a base de una gran labor expresiva muestra la desesperanza o efusividad según el momento, gracias también a unos diálogos espontáneos y ocurrentes por un lado y profundos por otro para definir la personalidad de cada uno de ellos.
En conclusión, la considero un film esencial en la filmografía del director que llega directamente al corazón del espectador, exponiendo una historia sentimental que pone al público a escoger entre el dinero o la salvación de la nostalgia de un club de barrio al que le tienen mucho apego. Recomendable por su dirección, guion, actuaciones, fotografía, música, planos, movimientos de cámara, narrativa y diálogos que hacen de Luna de Avellaneda, un film hermoso y encantador que dejará una grata sensación tras su visionado.