Veo poco más allá que esos impresionantes títulos de crédito, donde levantan y sacan a un caballo de un río, como si fuera una enorme metáfora del arte cinematográfico de rodar. Pero visto el cuento… se ve poca rabia. En “The Fall” no vuelvo a ver ningún detalle de magnificencia aunque lo que pretende la película de Tarsem Singh es ser magnífica y un sueño bajo la construcción de la ficción. La gran mentira.

Recurrente originalidad: hacer que la ficción aplaste la realidad y sirva como vía de escape ante la opresión y un futuro sin futuro… El angustiado y torturado por un viaje sin retorno guiado bajo la inventiva de las líneas y la improvisación.
La impresionante fotografía, localizaciones para un cadáver exquisito… exquisito por su juego de colores y envergadura visual y cadáver en cuanto lo narrativo… Apenas hay vida o emociones en las hojas de un guión bastante visto y mejor contado en “La princesa prometida”, por ejemplo. Aunque esa gran metáfora deambula y desencadena lo mejor de la película en ese homenaje al cine mudo mediante diez excelentes minutos finales. Los sueños, finalmente, quedan plasmados de manera donde queda despojada su verdadera esencia en una proyección de imágenes. Lo que fue un sueño y una gran oda a la creación del cine queda reducido a breves fotogramas secuenciados a la nada. La imagen soñada nunca corresponde con la defraudante plasmación en la realidad. Los sueños, efectivamente, sueños son.