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Voto de Gould:
9
20 de mayo de 2017
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otra maravilla en la extraordinaria filmografía de Julien Duvivier. En las laberínticas calles de la Casbah de Argel reina “Pépé Le Moko”, rey del hampa, seductor sin límites. Este rey, preso entre los límites de sus calles –salir de allí le aboca a la detención-, verá como la muerte de su amigo Pierrot, al que considera un hijo, y su enamoramiento de Gaby –Mireille Ballin- le hará perder el norte, cansado de su jaula de oro, aunque su libertad tenga un precio.
Con un gran guion de Henri Labarthe, basado en su propia novela, lleno de diálogos chispeantes e inteligentes, es una película de elegante romanticismo, acentuado por la ensoñadora fotografía de Marc Fossard y Jules Kruger –uno de los directores de fotografía de la mítica “Napoleon” (1927) de Abel Gance- con un maravilloso retrato de los bajos fondos de Argel y una inolvidable galería de atractivos personajes, a los que Duvivier cuida con minuciosidad y cariño: la gitana Irene, el inspector argelino, el abuelo, los dos matones que acompañan como sombras a Pépé, o las prostitutas, tratadas con enorme afecto.
Jean Gabin, de sobria pero depurada expresividad e indiscutible magnetismo, es el protagonista absoluto, ya mítico, de este gran clásico del cine francés cuyo estremecedor e inolvidable final es parte de la historia del cine.
Con un gran guion de Henri Labarthe, basado en su propia novela, lleno de diálogos chispeantes e inteligentes, es una película de elegante romanticismo, acentuado por la ensoñadora fotografía de Marc Fossard y Jules Kruger –uno de los directores de fotografía de la mítica “Napoleon” (1927) de Abel Gance- con un maravilloso retrato de los bajos fondos de Argel y una inolvidable galería de atractivos personajes, a los que Duvivier cuida con minuciosidad y cariño: la gitana Irene, el inspector argelino, el abuelo, los dos matones que acompañan como sombras a Pépé, o las prostitutas, tratadas con enorme afecto.
Jean Gabin, de sobria pero depurada expresividad e indiscutible magnetismo, es el protagonista absoluto, ya mítico, de este gran clásico del cine francés cuyo estremecedor e inolvidable final es parte de la historia del cine.