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España España · Oviedo
Voto de Gould:
10
Drama. Comedia. Bélico En plena Segunda Guerra Mundial (1939-1945), un anciano militar británico rememora su larga y excitante vida. Su larga amistad con un colega alemán o su desobediencia a las ordenanzas para ayudar a una bella compatriota en apuros sólo son dos episodios de una experiencia personal inolvidable. (FILMAFFINITY)
27 de agosto de 2020
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entre los algo fanáticos seguidores del dúo de arqueros Michael Powell y Emeric Pressburger se discute cuál es, de las numerosas obras maestras de los años 40 que dieron a la luz, la mejor de todas ellas, la crème de la crème, aquella que esencie la proteica, irrepetible y sorprendente aportación al arte del cine que hicieron estos dos genios: para algunos es “Las zapatillas rojas” (1948), para otros “Narciso negro” (1947), otros piensan que la cumbre es “A Canterbury tale” (1944). De lo que nadie duda es de que esta es una de sus más indiscutibles obras maestras por ambición, depuración narrativa, originalidad y melancólica belleza. Resulta fascinante como esta pareja de directores combinaron en los años 40 con dignidad suprema, sin caer en panfletos, películas de propaganda con la más alta exigencia artística a través de su productora "The archers".

Esta segunda producción del dúo de arqueros es una fantasía romántica, rodada en Technicolor, llena de humor y melancolía. La narración empieza en 1943 en plena Segunda Guerra Mundial como una farsa en tono de comedia -“fuerza bruta e ignorancia despiadada”- que le permite abrir un largo flashback 40 años atrás.

La película es muchas cosas y admite numerosas lecturas: ante todo es la duradera y afectuosa amistad entre los dos personajes principales, el oficial británico Clive Candy y el coronel alemán Kretzmar Schuldorf y sus diferentes encuentros a lo largo del tiempo. El primero, en el que se participan en un duelo y en el que entablan amistad, el segundo encuentro, que refleja la amargura y la humillación del prisionero alemán tras la I Guerra Mundial y el tercer encuentro, 20 años después, cuando el alemán es un refugiado que pide asilo en Inglaterra para huir del nazismo.Es también un repaso a la historia del siglo XX desde 1903 con sus numerosos conflictos: guerras en Sudáfrica, hostilidad con Alemania, Primera Guerra Mundial, la dura postguerra, el ascenso del fascismo, el inicio del siguiente conflicto armado o los bombardeos del Blitz. También es una reflexión sobre el paso del tiempo y sobre las ilusiones perdidas y, en cierto modo, una sublimación artística de la fructífera amistad entre Powell y Pressburger (británico y austríaco) encarnada en los dos caracteres protagonistas.

Hay una ridiculización de la pomposidad de la vida militar, pero también una gran admiración hacia el sacrificado trabajo de los soldados en plena guerra. La película es de una gran valentía por su visión pacifista, a contracorriente, poco propagandista (no resulta ocioso señalar que, al parecer, Churchill la odiaba y trató de retrasar su estreno)

Cinematográficamente es perfecta, transparente, con encuadres perfectos, sin necesidad de marear la cámara, al estilo fordiano, escasas grúas o travellings, sólo utilizados para los momentos culminantes y elipsis geniales como el final del duelo. Los diálogos son maravillosos, llenos de emoción contenida, todo envuelto en un tono de permanente ironía a través de una mirada bondadosa que no excluye la ocasional melancolía.

Igualmente, la labor de Alfred Junge como diseñador de producción es extraordinaria y cuenta con escenas geniales como el ataque inicial a los baños de la oficialidad británica, la modélica descripción de los prolegómenos del duelo, con la discusión de sus intrincadas reglas, la descripción del paso del tiempo a través de los trofeos de caza colgados en las paredes de la casa de Candy o a través de los titulares de las revistas, el emocionante relato de Schuldorf de su vida tras la Primera Guerra Mundial y la llegada de Hitler al poder o cuando Candy visita las ruinas de su casa, destruida por un bombardeo alemán, al final de la película.

Los papeles, tanto de Blimp como de Schuldorf, son maravillosos, interpretados magistralmente por Roger Livesey y el austríaco Anton Walbrook -que trabajaron en varias películas más con “Los arqueros”-, así como el triple papel de Deborah Kerr, suerte de eterno femenino, uno de los más famosos papeles de su dilatada carrera. Nadie que vea o haya visto esta película podrá olvidar el carácter de este coronel pomposo, enamoradizo, romántico, escandaloso y encantador.

Obra maestra, inigualable y eterna y una de las grandes películas de la historia del cine
Gould
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