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Voto de Archilupo:
8
Drama. Romance Vittoria (Monica Vitti), tras una acalorada discusión, decide romper con su novio Riccardo (Francisco Rabal). Mientras disfruta de su libertad en compañía de su madre, conoce a Piero (Alain Delon), un joven y atractivo corredor de bolsa, un seductor arrogante con el que mantiene un apasionado romance. (FILMAFFINITY)
16 de mayo de 2008
27 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Adoptando una distancia extrema, Antonioni recrea, en su estilo de pintor con cámara, el universo mental y afectivo de la burguesía italiana, a través de la crisis de Vittoria (M. Vitti).

“El eclipse” tiene un palpitante y significativo corazón en las extensas secuencias centrales, correspondientes a las sesiones bursátiles. Y ahí está todo el corazón. Fuera de ese templo mercantil que acapara la energía humana, la realidad está desvitalizada, anímicamente hablando.

Con la prolijidad y el detalle de un documental antropológico, se despliega ante el espectador la viva actividad del patio del mercado de valores: docenas de agentes corretean, se aglomeran, intercambian gritos y papeles, soplos y órdenes de compra; telefonean simultáneamente a varias sedes bursátiles, se persiguen y zarandean, vigilan el cambiante tablero de cotizaciones, garabatean cifras en sus libretas, reciben instrucciones simultáneas por ambas orejas y las trasmiten en las cuatro direcciones; venden y apalabran mediante signos en clave, guiños y gestos de manos y dedos, en conexión estrecha e incesante, exhaustiva, a través de códigos múltiples, saturando un hormiguero frenético, un completo guirigay en el que, milagrosamente, los implicados consiguen entenderse: hay total comunicación.
El público, formado por inversores, lo sigue ansioso desde las barandillas y en los noticiarios.
Es el escenario de lo real, donde se dirimen ganancias y pérdidas millonarias.
Una cámara vivaz y un montaje prestísimo cargan de dinamismo febril las escenas de ese determinante rito de la Bolsa.
(Alain Delon interpreta como si perteneciese a ese mundo.)

Fuera del corazón mercantil, la realidad se ralentiza; se desdibuja y enfría como si una fuerza absorbiese su vitalidad, la enajenase cada día para transmutarla en valor cotizable con que traficar en el “parqué”.
Las modernas barriadas por donde se mueven los personajes son geométricas y abstractas; los inmuebles, clónicos; el paisaje, industrial y futurista: desangelado, aunque dotado de una fría belleza, bien captada en la fotografía. Así son también los habitantes: atentos al dinero y sus altibajos, todo lo ven como cosa y ellos mismos se cosifican. Ante un coche accidentado, con un muerto dentro, se preguntan cuánto puede costar la reparación, cuánto abonará el seguro…
No hay afectos que comunicar, sugiere Antonioni. De las contadas palabras que se utilizan, casi ninguna es para expresar sentimientos.
Fuera de los acontecimientos económicos, la existencia individual parece abocada a la insularidad y a la automática repetición de patrones.
Al cuestionarse sus planes de boda, Vittoria emprende un confuso e indeciso intento de zafarse de todo eso y encontrar alguna autenticidad, aun a solas. La espera se prolonga. Ella misma no sabe muy bien si espera o no…

Helada y precisa radiografía del alma social, se diría que lo finalmente filmado es el vacío surgido al depositar todo el valor en el dinero.
Archilupo
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