16 de noviembre de 2010
4 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante una película de Jacques Doillon, pero en realidad con un estilo de cine muy parecido al de su compatriota Éric Rohmer. De hecho muchos detalles de la ambientación, de los diálogos, de las pausas, del ritmo son idénticos a los que Rohmer aplicaba a sus películas. Ahora bien, mientras que las obras de Éric Rohmer tenían siempre una emocionante filosofía de fondo, una estética cautivadora, un desarrollo de interés y sorpresas, el presente filme de Jacques Doillon (salvo los maravillosos paisajes costeros de la isla de Formenta donde está rodada gran parte de la película) es romo, aburrido, sin sal ni salero.
Cuenta una historia triangular: una muchacha de quince años (aunque la verdad, más bien parece tener como mínimo tiene diez años en cada uno de los pedazos de pezones que nos desvela), su novio de parecida edad y el padre de éste. Los tres se van a pasar unos días de vacaciones a la preciosa isla de Formentera, en España, en una casa alislada sobre un lugar precioso al bordo del mar y con la vista de unos islotes frente por frente de su azotea. La panorámica natural es digna de contemplarse, probablemente lo mejor de la película en sí, por supuesto junto a las atrayentes y seductoras tetas de Judith Godreche.
Ya pueden intuir lo que va a ocurrir en el seno de este trío, contando conque la muchacha tiene ese comentado par de pechos erectos como pitones de torito guerrero, el muchachito que está medio blanducho y laxo, sexualmente hablando, y el padre de éste que es un hombre joven, atractivo, separado de su esposa y con necesidad masculina de carne de mujer, máxime si es de mujer joven y deseable.
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