Hubo un tiempo que Tom Hanks era el rey de las sobremesas; Esta casa es una ruina, Big, Joe contra el volcán, Dos sabuesos despistados, y ésta, Socios y sabuesos. Y vuelta a empezar. Cada dos meses, comenzaba el ciclo. Luego se volvió un moñas sensiblero, y la cagó, porque su época de comedias, es, sin lugar alguno de dudas, su gran época. En la que se debería haber quedado. O al menos que se hubiese cambiado de nombre o algo, que Tom Hanks es nombre guasón, y no de tío que habla con una puta pelota de vóley en serio, como quien habla con su psiquiatra de sus traumas infantiles.

Total, que en plena vorágine de éxitos cómicos, se arrejunta a un chucho, que suelta más babas que el Iguazú y es feo como el solo, y se hacen amiguetes aunque el bueno de Hanks esté puteado. Por supuesto, que sea policía, es una excusa cojonuda para que haya una trama directamente relacionada con el chuchete en cuestión, para deleite y gozo de quienes vemos la película en cuestión. Todo para una película entretenida, que te lleva a recordar el sabor del bocata de Nocilla y los churretones por la camiseta por mirar embobado la televisión.

Poco más que decir.

P.D.: Espero que hayáis pillado la mierda del chiste entre el Hanks guasón y el que habla con Watson... es el mejor juego de palabras que habéis leído nunca, pero tan seguro como que mañana saldrá el sol. Aunque no lo veáis.