Puede que si no fuese por la magnífica versión que nos regala un pedazo de actriz llamada Sally Hawkins en el papel de la ficticia Rita O'Grady, curranta textil lider de las protestas por la igualdad de salarios entre hombres y mujeres a finales de los revolucionarios 60, en una fábrica inglesa de la Ford, la película acabase ahogándose en su propia blandura y complacencia. Su carga de positivismo y limado de excesos trágicos, unido a una caracterización demasiado cómica de la mayoría de los personajes, resta credibilidad y empaque a una historia cuyo tono de comedia se agradece en un principio, pero finalmente acaba por saborearse con una cierta ausencia de picante. No obstante, es agradable de ver y no se hace desmesurada, aunque de haberse ceñido a la hora y media de metraje, conseguiría un tamaño casi perfecto.

Sus cuatro nominaciones a premios de la academia de cine británica y su naturaleza reivindicativa, presagiaban un resultado algo más sólido y compacto, mas no por ello deja de ser suficientemente recomendable.