La "Ley 16" exige que todos los agentes de la policía social superen un proceso en el que queden demostrada la fidelidad a la ideología y la eficacia profesional ante los imprevistos o las tretas de la contrarrevolución. Impuesta la ley, surge un juego múltiple de trampas en el que, cada cual la suya, se va dilucidando quién es más leal, quién flaquea en sus convicciones, quién merece la confianza del sistema, y así hasta dar en un embrollo diabólico en el que todos buscan el reconocimiento y la excelencia a costa de lo que sea, incluidas las relaciones personales o los sentimientos más íntimos.
Una historia original y muy interesante que pone de manifiesto lo absurdos que llegan a ser los regímenes totalitarios.