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España España · Granada
Voto de Kikivall:
7
Terror. Thriller Londres, año 1761. A pesar de que el manicomio de Bedlam es un lugar siniestro y dejado de la mano de Dios, se ha convertido en un lugar de peregrinación para la clase alta londinense, que se divierte observando con pavor a los enfermos recluidos allí. Nell Bowen (Anna Lee), horrorizada al ver el trato que reciben los pacientes, hará todo lo posible por mejorar las condiciones del centro. Pero el director del manicomio, el siniestro e ... [+]
14 de julio de 2023
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Empieza así la película: “Londres, 1971, las gentes del siglo XVIII denominaban la época que les tocó vivir la “edad de la razón”.

En este final del siglo XIX, paradójicamente, el manicomio (que fue real) de Bedlam, era un lugar siniestro y desatendido, convertido en un lugar de peregrinaje para los ricos londinenses que parecen divertirse observando con espanto a los enfermos que allí están internados.

Nell Bowen (Anna Lee), aterrada viendo el trato que reciben los pacientes, hará lo imposible por mejorar las condiciones de la institución. A ello le ayuda un hombre cuáquero y bondadoso llamado Hannay (Richard Fraser), quien la inspirará a un trato caritativo con los dementes. Pero el director, el siniestro, vomitivo, turbador, aunque ingenioso, Simas (Karloff), hace acallar las protestas de la joven, dando por sentado ante un tribunal que ella tiene sus facultades mentales alteradas.

Tomando como partida una serie de grabados del artista británico William Hogarth en uno de los cuales aparecía un manicomio, el guionista Val Lewton (“La mujer pantera”) y el director Mark Robson (“Más dura será la caída”) escribieron un guion para evidenciar la impiedad de las condiciones de vida en un establecimiento para enfermos mentales. Eso ocurría, además, como irónicamente señalan los créditos de presentación de la peli, en plena “Edad de la Razón”.

Magnífica y tensa música de Roy Webb y los grabados de Hogarth nos introducen en la historia de Nell Bowen, una joven que vive amancebada con el influyente Lord Mortimer y que se empeña, tras visitar el manicomio, en remediar los padecimientos de los enfermos. Pero el sórdido señor Sims, viendo en peligro su estatus, quiere declarar loca Nell y encerrarla también en Bedlam.

El artista William Hogarth realizó unos grabados que reflejaban la sociedad inglesa y en uno de ellos aparece un manicomio que sirvió de inspiración al filme.

No obstante, el guion acaba resultando inverosímil; hay notables altibajos de ritmo y no acaban encajar la crítica social, el humor de algunos pasajes y los eventuales punteos de terror, que quedan en golpes de efecto previsibles.

En el reparto, bonita y eficaz Anna Lee. Está muy bien el actor irlandés Richard Fraser como el cuáquero bienintencionado; pero sobresale y se hace con la película la imponente presencia de Boris Karloff como farmacéutico y perverso hombre siniestro encargado del establecimiento.

La fotografía es notable y recrea con pictórica pericia el contraste entre el sombrío interior del sanatorio y el rutilante encanto de las fiestas nobles.

La película acaba preconizando la amabilidad y la compasión para los enfermos. En los títulos de crédito finales se lee: “Los cambios sucedieron en 1773 y poco después se construyó un nuevo hospital. Bedlam, en otros tiempos sinónimo de terror y malos tratos abrió el camino para un tratamiento lúcido y sensible para el tratamiento de las enfermedades mentales”.

Hay una escena digna de tener en cuenta: cuando Nell visita por primera vez el manicomio, Robson recrea el horror de la protagonista ante el espantoso espectáculo que contempla; y lo hace mediante un sensacional travelling que, partiendo de un primer plano de su rostro, abre el encuadre hasta dejar a la vista la sala principal del manicomio y a sus desventurados habitantes. Escena inolvidable.

Pero lo importante es que desvela la realidad esperanzadora y cierta de eso que se denomina “umbral de recuperación”, o sea, que hay posibilidades de recuperación para los enfermos pues, cuando una institución se humaniza, cuando cambia la actitud del personal sanitario, se observa que se produce un cambio en los patrones de conducta de los enfermos a una mayor estabilización de sus patologías.

De hecho, la tesis de la película no deja de ser veraz pues, como ha comprobado el psiquiatra Paul-Claude Racamier, los cuadros de esquizofrenia en centros manicomiales caracterizados por una falta de auténtica afectividad, gestos sociales en vacío (pseudosociabilidad), inercia, apatía e indiferencia vital, empeoran. Este perfil psicopatológico y existencial no tolera a nadie porque la existencia de los demás no tiene ya para él importancia personal.

Sin embargo, cuando se puede conseguir ciertos cambios entre los asistentes con terapias de grupo o grupos Balint con los médicos, formación que consiga, y de hecho se consigue, una asistencia sanitaria más empática, humana, comprensiva y liberada de prejuicios, en los enfermos se observan mejorías asombrosas.

Resulta que los enfermos mentales hospitalizados, que son personas con competencias limitadas, son muy sensibles a los cambios socioambientales, tanto para mal como para bien. Es lo que se conoce como “principio de la docilidad ambiental”, según el cual, la mejoría de la calidad ambiental en instituciones y centros de esta índole (sirve también para los ancianos), tiene un efecto muy favorable sobre la salud y el bienestar de los internos.

Publicada en revista de cine ENCADENADOS: https://encadenados.org/monograficos/no-108-monografico-prisiones/hospitales-psiquiatricos-y-cine/
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Kikivall
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