Derek Cianfrance dirige con gran maestría esta magnífica película con tintes de tragedia griega, o sea, un film que trata del sino de las personas y de cómo sus acciones tienen una inevitable y aparentemente fortuita consecuencia en la vida ulterior de los personajes pero que, no obstante, se pone de manifiesto que cada cual tiene su responsabilidad en esa cadena de acontecimientos que se suceden por conductas del pasado. La trama narra la vida de un joven motorista que llega a una ciudad donde se entera que tiene un hijo con una joven y para cuidar del mismo delinque, y en ese torcido camino, otro personaje, policía, lo mata en una de sus huidas tras robar, lo que lo lanza al reconocimiento en el cuerpo y en la ciudad. El policía, con el tiempo, asciende en la escala política a Fiscal general del estado de New York, siendo que su hijo, por azares de la vida, se amiga con el hijo del motorista a quien mató quince años antes.

Con estas mimbres, Cianfrance teje un sorprendente drama policial, una película impactante, densa, con pulso y una tensión a veces brutal que no deja títere con cabeza a diferentes estamentos norteamericanos: policía corrupta, política inmoral, juventud drogodependiente y asocial, etc. La película cuenta con interpretaciones de primer orden, como las de Ryan Gosling o Bradley Cooper, un esmerado guión de Derek Cianfrance, Ben Coccio y Darius Marder, excelente fotografía de Sean Bobbitt y una música muy cuidada y de calidad de Mike Patton. Probablemente llegue a ser una de las mejores películas salidas de la industria norteamericana en este año 2013. Al tiempo.