Sólo se puede calificar de completa cobardía un documental que obvia todas las teorías y los testimonios al margen de una versión oficial cada vez más inverosímil que se le intenta hacer tragar al espectador de la manera más impúdica. Es vergonzoso que se haya desaprovechado una oportunidad así para dar a conocer al público no ya lo que pasó realmente en Alcasser (algo que por desgracia nunca llegaremos a saber o que conoceremos a lo mejor dentro de cien años) sino el verdadero terror al que apuntaban numerosas pruebas que el documental ni menciona, aliándose tibiamente con la versión oficial y pretendiendo que el espectador que desconoce el caso se trague que fueron dos delincuentes de medio pelo los únicos y verdaderos autores de un crimen de semejante sadismo. No, señores, aquel crimen que conmocionó al país entero y aún nos sigue poniendo los pelos de punta alcanza abismos muy, muy oscuros que nadie, por lo visto, se atreve a sondear todavía. Esos dos idiotas de pueblo a los que culparon no serían capaces de tales niveles de aberración y monstruosidad.
En cuanto a los últimos minutos del documental y la perspectiva feminista que introduce, no estoy de acuerdo con las críticas tan furibundas que han recibido: es cierto que un crimen así parece que trasciende la mera motivación machista o sexual, y que el documental debería haber explorado mucho más a fondo esa otra perspectiva más oscura, pero el tratamiento que los medios hicieron de él y cómo construyeron el relato en torno a las mujeres que salían solas de noche o que hacían uso de su libertad y la vieron amenazada, sí nos debe hacer reflexionar, ya que de múltiples declaraciones, artículos y reportajes se desprendía siempre el mismo mensaje para aleccionar a toda una generación (y que hoy perdura): mujeres, si salís de casa, esto es lo que os puede pasar.