Un film muy bien conseguido si tenemos en cuenta que la tragedia de Aron Ralston no daba para mucho, sin embargo Boyle logra un buen resultando jugando un poco con los planos, la buena fotografía, los flash backs y apoyándose 100% en su actor James Franco.

Conmovedora sin rayar en lo empalagosa, eso es lo que más rescato. Algún otro director habría aprovechado el guión para llevar al protagonista al límite de la desesperación y de paso arrancarnos unas cuantas lagrimas y ni que decir de lo que el final hubiera causado si se incluía un dramático encuentro. Pero Boyle nos da lo justo, lo necesario para tenernos pegados a la pantalla con el corazón encogido.

Si la película no es más, es porque la historia no es más. Así de sencillo.