Robert de Niro, metódico como siempre, estuvo antes del rodaje relacionándose una temporada con varios vendedores de navajas para conocer bien el negocio de su personaje. Del resto de rasgos del mismo no tuvo que investigar mucho. Bobby vuelve a interpretar con su buen hacer habitual a un personaje inestable y obsesivo, acosador e inquietante en cualquier situación, y que en esta ocasión, desde su fanatismo deportivo militante, la toma con una estrella del béisbol a la que decide 'apadrinar', al igual que en el pasado la tomara con un político (Taxi driver), con una abogado con conciencia (El cabo del miedo) o con todo el mundo en general (Toro salvaje).

Quizá sea ese dèjá vu DeNironiano el mayor defecto que se le puede achacar a la película, que no obstante se disfruta bastante gracias a que el suspense no decae y la trama se sigue con interés. Lo que se conoce como el término medio de calidad made in Tony Scott, siempre oscilando ente el cinco y el siete sin salirse de sus fronteras. Descanse en paz por cierto.