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Chile Chile · www.elotrocine.cl
Voto de Wladimyr Valdivia:
7
Comedia. Romance Javier es un publicista que disfruta de una relación estable con su anterior mejor amiga, Ángela. Su círculo de amigos está casándose a alta velocidad, pero a él no le gusta la idea de sentar la cabeza. Todo cambia cuando Ángela le informa de que está embarazada. Ahí, Javier toma la decisión de casarse, pero la cosa se complica cuando empieza a ser provocado por Lucía, la sensual hija de su jefe. Continuación de Qué pena tu vida. (FILMAFFINITY) [+]
20 de octubre de 2014
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como ya es costumbre, las películas de Nicolás López no suelen pasar desapercibidas, tanto por la gran cantidad de seguidores de algunos de sus trabajos como también por quienes no simpatizan demasiado con su estilo, sus personajes y su forma de ver el cine, muchas veces alejado de lo que para muchos es parte esencial de una buena película: la estructura, la coherencia argumental o la identidad que el espectador pueda alcanzar con los personajes, entre tantos otros y universales tópicos. Sin embargo, estamos frente a uno de los trabajos más redondos de este director que, sin darnos cuenta, comienza a darle forma y fondo a un género jamás abordado en nuestro país, con un sello único y, lo más importante, de contenido transversal.

“Qué Pena tu Boda” es la secuela de “Qué Pena tu Vida”, cinta chilena más vista del 2010, en cuya primera somos testigos de la triste vida de Javier Fernández (Ariel Levy), cesante de 29 años quien también pierde a su novia y, con ello, el fin de su absoluta y mínima estabilidad. Lo único que le queda es Ángela (Andrea Velasco), su mejor amiga y quien le soporta absolutamente todo. En esta segunda parte, somos testigos de la nueva relación de Javier, nada menos que con su mejor amiga Ángela, quienes al ver que la juventud se les va, inician sus planes de matrimonio, motivados también por el embarazo de Ángela y la presión social que esto significa.

Sin duda, es la cinta que viene a coronar una ascendente filmografía de un director que comenzó siendo identificado por su desfachatez y la libertad de contar las historias que se le plazcan, por muy autobiográficas que estas sean (“Promedio Rojo”, “Santos”). Al igual que su predecesora, la cinta desarrolla un tema contingente y que retrata la realidad de muchas parejas: el momento de tomar decisiones. Los personajes hilarantes y, muchas veces, exacerbados, vuelven a estar presente en el desarrollo de toda la cinta, pero esta vez a disposición de un guion mucho más elaborado y que justifica la presencia de cada uno de los secundarios en la cinta, historia que sin profundizar demasiado en los diversos temas que intenta abordar, consigue mezclar grandes momentos dramáticos con aciertos humorísticos de la mano de grandes actores. En este punto es donde podemos rescatar cierta inexperiencia en el tránsito al que constantemente está sometido el espectador, haciéndolo pasar de un estado a otro, perdiéndose así el hilo argumental en varias ocasiones.

Andrea Velasco y Ariel Levy cumplen sin grandes pretensiones, la primera con toda la frescura y espontaneidad que tanto se extraña en el actual cine chileno, Levy algo débil y sin el carisma posible aún para cargar con todo el peso dramático de la cinta, mientras que la debutante y escultural Lorenza Izzo -quien interpreta a Lucía, la hija del jefe de Javier- sorprende en un papel poco exigente, pero a la altura de las circunstancias. Comentario aparte merecen dos maestros de la actuación y la comedia: Claudia Celedón y Ramón Llao, los que se repiten el plato, la primera como la madre de Javier, aprensiva y demasiado moderna para estos tiempos; y el segundo como su pareja y padrastro de Javier, el recordado carabinero de la primera parte. Destacar además, las tremendas actrices que son Paz Bascuñán e Ignacia Allamand, que con poco hacen extremadamente demasiado.

El amor, la infidelidad, los recuerdos, la homosexualidad y la (in)madurez, son algunos de los temas abordados hasta el límite con el mérito de no sobrepasarlo, lo que favorece a la universalidad del relato sin caer en odiosas irresponsabilidades y gratuitas ridiculizaciones, lo que siempre se agradece. En términos técnicos la cinta se supera con creces. Trabajos sutiles de edición y montaje al frente de una cámara que conoce su campo, regalándonos planos sobrios y alejados de cualquier crimen digital. Mención aparte además para una banda sonora escogida con pinzas, que combina composiciones a cargo del español Manu Riveiro y temas de bandas que van desde las chilenas Niñas con Frenillo, Los Pata ‘e Cumbia y la dulce voz de Deplasticoverde, hasta Yael Meyer y Elis Paprika, entre otras.

Una cinta entretenida, de diálogos inteligentes pero que no abandona el absurdo, sello de la marca López, que merece ser aplaudida más que por su calidad y su intención (cuestionada por muchos), por lo inventiva y la superación que significa para el director dar un gran paso dentro de la cinematografía nacional y, específicamente, en un género donde la sobreactuación, el morbo y el garabato fácil pretenden ser la única vía de arrancar carcajadas.

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Wladimyr Valdivia
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