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Irlanda Irlanda · Innisfree
Voto de Ferdin:
6
Comedia La frustración y el hastío vital de Michel des Assantes, un prestigioso cirujano plástico parisino, es insoportable: tiene una esposa a la que no ama, un hijo que le resulta ajeno y unos amigos a los que desprecia, pero es incapaz de quitarse la vida. Un día, le compra la bicicleta a un estrafalario ciclista que iba a hacer la ruta París­-Tombuctú y se lanza a hacer el recorrido: Tombuctú se convierte para él en la Tierra Prometida. (FILMAFFINITY) [+]
19 de noviembre de 2016
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1998/1999, en puertas ya del nuevo milenio, regresó el gran Luis García Berlanga a Peñíscola, 42 años después de la encantadora "Calabuch", en lo que sabía era su despedida del cine, y en cierto modo de la vida (atención al graffiti que aparece al final: "Tengo miedo. L."), pese a que falleciera en 2010.

El resultado es una película que, aunque esté a años luz de "Calabuch", y desde luego de sus obras maestras de los 50, 60 y algunas de los 70 y 80, es un ejercicio bastante honesto de sinceridad, de inconformismo y de mala leche, todo un testamento exagerado de cómo se sentía don Luis a los 77 años.
Ciertamente, pese al pretendido tono humorístico, el panorama que pinta de España en el umbral del 2000 es poco agradable y, aunque sigue la estela de los guiones escritos con Azcona décadas atrás, aquí se nota más desaforado, más desatado, más chabacano, más soez. Libre ya de la censura franquista y superada la etapa del destape, el levantino apuesta por el exhibicionismo, pues Juan Diego se tira completamente desnudo toda la película, el anciano Piccoli sale en bolas dos veces y Concha Velasco, realmente espléndida a los 60 años, muestra sus pechos alegremente. Y etcétera.

Desde luego, siempre lo digo, Berlanga fue un excelente sociólogo y sabía retratar (nos) a los españoles estupendamente. Caos, verbenas, música de bandas, violencia verbal, jolgorio sexual combinado con beatería...y ya que estamos en Valencia, arquitectura ostentosa y fuegos artificiales a tutiplén y sin sentido. Aquí hay pullazos para todos: consumismo, mercantilismo, corrupción, banalización de la cultura y de la tierra...

Algún plano secuencia marca de la casa y el acostumbrado reparto coral (Manuel Alexandre repite como pintor cuatro décadas después) para una película muy lejos de la excelencia aunque, pienso, no debe desecharse como se hace. Pero, desde luego, quien no conozca el cine del valenciano, vea este film y se piense que todos son así, estará muy equivocado.
La trama es lo de menos y simplemente el espectador ha de limitarse a observar cual voyeur cómo Berlanga disecciona, una vez más y pese al tono bufo y exagerado, cómo somos los españoles y cómo nos ven desde fuera. Agridulce, deja buen sabor de boca.
Ferdin
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