Es el humor típico de los Farrelly -escatológico, se suele decir-, desagradable, casi por demás, el fondo por el que AMOR CIEGO se mueve: aunque sea legítimo pensar que la película está llena de buenas intenciones, tampoco es ilícito concluir que, al amparo de una sátira, de una crítica, los gamberros hermanos vierten, a manguerazo limpio, burlas, bromas, insultos, injurias y ofensas. De ese modo, aunque la idea que subyace en este todo es la de que la belleza está en el interior, a la fachada falsa bajo la que se halla la bella Paltrow se le llama bola, rinoceronte o mamut en tanto que a las chicas que rodean en el principio al protagonista con el desempeño de un baile grotesco, por ejemplo, y por no ir más allá, se les hace, también, un traje a medida.
Pero, si es que hubo un responsable delictuoso en el lanzamiento de esta película a los cuatro vientos, o dos responsables delictuosos, los demás, con toda seguridad, tenemos una responsabilidad subsidiaria. Pues, a pesar de que el paso del tiempo nos lleva a engrandecer el amor descubriéndonos en la pareja aquello que nos unirá para los restos a ella, o a él, con ganchos de acero, la mayoría, a lo peor todos, lo que vemos en el principio siempre es algo hermoso o algo que no lo es tanto. Y, si uno es tan gamberro como lo son los hermanos Farrelly, puede que se vea, incluso, una gallina, una bruja o una megafoca.