El alcaide Bob Gunton parecía más bajo, pero, claro: estaba entre Tim Robbins y Morgan Freeman.
Creo que EL INOCENTE habría ganado sin el agravante de lo sofisticado, y que hubiera resultado no culpable sin tanta profusión de secundarios: es lo suficientemente interesante como para no necesitar de tanto nombre. Tampoco es oportuno pretender ser Michael Mann todas las veces.
Se reinventó a sí mismo Matthew McConaughey, quien, aunque tuvo un buen comienzo en películas de culto -un buen comienzo como el de aquel de los cien abogados en el fondo del mar- se dispersó luego entre cuentos del espacio y planes de boda. En ésta se parece más a un cowboy con SIDA que al Tripp de Soltero en casa. Detrás, una gota de aquella otra historia con Cher y Dennis Quaid, una chispa de Fracture, una dosis a mínima escala de Testigo de cargo y, siempre, Marisa, que a fuerza de pactos y conciliaciones ha conseguido no estar sujeta a la ley del paso del tiempo.
Es un intento de picar alto, el de EL INOCENTE. Tan alto como lo pueden ser Morgan Freeman o Tim Robbins. No obstante, mi veredicto es que se ha quedado a la altura de un Bob Gunton.