Fue Jonathan Demme, director de Philadelphia o de El silencio de los corderos, quien, echando mano de gran parte de los actores que intervinieron en Philadelphia o en El silencio de los corderos (Ted Levine, Adam LeFevre, Paul Lazar, Charles Napier), vino a componer el remake de El mensajero del miedo, la película homónima de 1962. Liev Schreiber y Denzel Washington, por su parte, se hicieron cargo de los papeles que, antaño, ocuparon Laurence Harvey y Frank Sinatra.
Es un planteamiento que despierta desasosiego, el de EL MENSAJERO DEL MIEDO; que exista quien pueda colonizar la mente de un cargo político con el fin de manejar, a la corta, los designios políticos de un país; por beneficiar a unos y estropear a otros; para proyectar guerras o minimizar delitos; por quebrantar, en definitiva, un orden constituyente, es perturbador.
Pero gracias a los santos del cielo, que como todo el mundo sabe nos dan una visión global bastante aproximada, aquello de lo que se habla en EL MENSAJERO DEL MIEDO, eso de colonizar la mente de un cargo político para que ponga todo patas arriba, por que donde antes se haya dicho digo ahora se dijera Diego, porque se convierta (el cargo, al fin y a la postre) en un mero títere de unos o de otros, aún no se ha llevado a la práctica. O, cuando menos, aún no se ha tenido noticia de ello.
Lo mejor: que es una película de ciencia ficción.
Lo peor: que esta sociedad nuestra es de ficción.