Me confieso fan de las películas de Sylvester Stallone hasta antes de entrar en el nuevo milenio. La razón es muy simple: desde que entró el siglo XXI, nuestro amigo Sly va de mal en peor y, en un vano intento por reflotar su más que devaluada carrera, primero intentó dar el golpe con la ridícula y calamitosa "Rocky VI" y ahora nos termina de rematar con esta penosa versión de Rambo, un boina verde fuera de serie allá por los 80, reconvertido a un barquero de profesión, que en los ratos libres mata a todos los malos mientras grita poseído de una furia un tanto patética. El argumento es simple y poco original hasta decir basta: unos simpáticos muchachos que se dedican a masacrar aldeas mientras torturan y matan a hombres, mujeres y niños, ven perturbada su vida normal con la aparición de Rambo el justiciero, que se los cargará a todos él solito, más imperturbable que nunca (por imperturbable quiero decir inexpresivo). Con un guión soporífero y totalmente falto de ritmo, con más visceras, litros de sangre y miembros cercenados que una película gore, lo mejor de toda la película es que su metraje es muy cortito. Destacar para los amantes de las series de calidad (es decir, todo el que no ve Antena 3) la presencia de Julie Benz (la novia de Dexter) y Paul Schulze (el inolvidable y cretino Ryan Chappelle de 24), aunque si esto es lo mejor que les puede ofrecer el Séptimo Arte, mejor que vuelvan a la pequeña pantalla. En definitiva, Stallone sólo ha tenido algo de buen gusto con esta producción al elegir escenario para su puesta de largo en España: el Santiago Bernabéu. Por lo demás, los rumores dicen que habrá una quinta... ¡¡¡No, por favor!!!