Lo que sí es cierto es que se hace encantadoramente entrañable, es lo mismo que te han contado mil veces antes, pero de una forma que yo diría que logra llegar a tu corazón, y me estoy refiriendo sobre todo a los la última media hora, que es la que más emoción y versatilidad ofrece. Para llegar a un resultado que no haga que potes del asco de la pastelada que te estás tragando, que sí, que lo es, el argumento se combina con punzantes momentos de humor, pero no abandonando en ningún momento la esencia dramática, una constante del filme. Esa mezcla entre la nostalgia ante la realidad del tiempo perdido y el puntito de chispa que le pone el logrado guión, junto a las espontáneas y naturales interpretaciones de las actrices es lo que para mí hace que funcione como un entretenimiento pasable sin más, que no hay que columpiarse tampoco, pero que mejora de largo la media de producciones de temática similar.

Resultado curioso ver a Ryan Reynolds, actor cuya faceta no me entusiasma demasiado, tan 'desmejorado'.