El documental, muy bien realizado, se centra en la transformación de Eva Duarte en Evita, en busca del amor y la fama que acabaría devorándola. Toma como punto de inflexión la visita que realiza a España y que la encumbraría como mito: una joven exuberante frente a Carmen Polo, gris, castrante y decadente; un soplo de aire fresco para la España franquista.

Sin embargo, no presenta nada nuevo; una vez más la historia de sobra conocida de una mujer que se convirtió en ídolo de dos países, Argentina y España. Ni siquiera se plantea cómo al pueblo que sufre se le da una mujer rica y glamourosa para que, en vez de pan, pida barras de labios.
Lo verdaderamente novedoso e interesante queda superficialmente sugerido, como si el miedo a los fantasmas impidiera traspasar la línea de lo conocido. Me hubiera resultado muchísimo más fascinante el dibujo de la manipulación de Perón, que apenas aparece al principio y al final. Datos interesantes se lanzan casi en voz baja, lo cual crea desconcierto e impotencia.

Evita es aún más magnética por lo que calla que por lo que expresa, y un documental sobre ello se va tornando necesario.