No, no y no. Esta película sí que engaña al público y ni mucho menos da lo que promete, ideas que repetís en las críticas positivas de «Street Dance, ¡a bailar!». Es penosa la mires por donde la mires, una pérdida de tiempo, una chorrada, una memez... una tomadura de pelo.

Actores sosísimos y personajes igual, o más, de sosos. La chica esta, Carly, es una bailarina de hip-hop muy callejera ella, pero, no perdáis detalle, siempre a la última moda, con sus gorritas, sombreritos, deportivas con brillos y peinado de peluquería con laca intacta aunque ensaye durante horas. Esto, que puede parecer anecdótico, es una muestra clara de la falsedad del producto, de lo hipócrita, de lo artificial que es toda la historia. No me cae bien Carly y sus chulerías, ni nadie del grupo de los street dancers, cuyos nombres y personalidades se difuminan por completo, y debería decir que gracias al cielo. Del grupo del ballet, tres cuartos de lo mismo, si bien a estos, que son menos, se les intuye algunas preocupaciones. La interacción entre unos y otros es precipitada y carente de cualquier emoción agradable. Bochornoso.

Sobre la parte musical y bailonga, que es lo único a lo que puedes recurrir dadas las circunstancias, decir que es algo más entretenida, pero de todos modos desechable. ¿Por qué? Porque no hay energía, no sé dónde la ven los críticos. No hay chispa, no hay pasión, fuerza, encanto en las coreografías que, quizá al ser tantos, pierden impacto y soltura. Es todo como previsible, lineal hasta en la curvatura de los cuerpos, que no transmiten nada.

En fin, una payasada que no está a la altura, ni se acerca siquiera, a otros trabajos musicales con mucho más gancho y arte. Decepcionante.