Cine surcoreano de 2003 que nos cuenta una historia ocurrida en los noventa. Thriller noir a la asiática con muchos de sus problemas pero con un final muy bueno.

Porque la realidad es que la primera hora básicamente es insoportable. Yo es que estaba casi horrorizada, no me gustaba nada de lo que veía. El tono cómico, la estupidez del protagonista, la nula concentración en el caso, lo gordos que te caen los policías con sus métodos de tortura sin seso, los conflictos. Además, me decía: si es un crimen sin resolver, ¿qué emoción va a tener esto? Nos vamos a quedar sin saber quién es el culpable, así que me van a marear dos horas para nada.

Bien, así estaba yo hasta que la trama cobra más sustancia y se convierte en una película de cine negro con sabor. Podría haber sido un peliculón si me quitas esa hora estúpida y te centras con seriedad en los detectives Park y Seo, dos opuestos que quieren lo mismo: atrapar a un depredador sexual. Un retrato de los policías desencantado, oscuro, impotente, donde todos parecen sujetos a una justicia poética que a mí me ha parecido maravillosa, como es el caso del pateador Cho. De nuevo la imposibilidad de hacer justicia en el mundo te golpea aquí con una fuerza dramática interesante en una recta final tensa y lograda.

Una lástima que no fuese así toda.