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España España · Málaga
Voto de Kaori:
9
Aventuras. Acción. Fantástico Un niño que pertenece a una tribu primitiva graba en su memoria los rostros de los guerreros que han exterminado a su familia y a él lo han vendido a unos mercaderes de esclavos. Años después, el joven se ha convertido en un forzudo y valiente guerrero. (FILMAFFINITY)
3 de febrero de 2013
31 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y, del mismo modo, que la voz del narrador se nos quede como eco en nuestra memoria. Y que siga la leyenda perdurando en el tiempo, en «otra historia» que aún no se ha contado.

Se podría hablar de mil cosas sobre «Conan, el bárbaro», entre ellas de los decorados y los monstruos de tan bajo presupuesto, y hasta de lo gracioso que es eso de que Conan tenga que ir precisamente a Zamora para continuar su viaje. Incluso que la rubia Sandahl Bergman no es la belleza que uno esperaría como heroína para nuestro héroe, o que hay unos señores muy raros por ahí, entre hippies y hare krishnas, con mucha pluma. Todo eso es verdad. Pero si es lo único que te ha llamado la atención de esta película, sigue leyendo por curiosidad, o detente aquí por fastidio.

John Milius ejecuta una obra cinematográfica de alto contenido artístico, con una sensibilidad inesperada en medio de la rudeza de la tierra mediterránea llamada ahora Cimmeria y siempre al filo de un acero ensangrentado y misterioso. Me preguntaba no hace mucho en qué consiste la épica, y viendo «Conan, el bárbaro» la siento en el ambiente, en el aire, en las grutas subterráneas donde dioses, reyes y hombres se honran con nobleza; en las notas musicales de un agraciado Poledouris, en el silencio que une a los personajes, en los diálogos míticos, en la magia de los muertos, los buitres que se comen la carne, la soledad del guerrero y el esfuerzo del héroe forjado en el enigma de la voluntad humana. Porque no nos equivoquemos: Conan sí tiene una ética y unas creencias que le sostienen. Su motor es el odio y la venganza, claro, pero también, más íntima y profundamente, el amor a los suyos y un atávico concepto de la justicia bien entendida, liberada y poderosa. Conan coge la espada y, una vez satisfecho, la suelta y se echa a los brazos el suave peso de una mujer desprotegida. Los diez últimos minutos, por cierto, son insuperables. Bellísima la escalinata y bellísima la reverencia majestuosa a los pies de un Conan que no habla porque nada tiene que decir.

Posiblemente la película definitiva de magia, espada y brujería. La única cuyo recuerdo quedará muy vivo, marcado a fuego, a fuego lento como Milius rueda su obra, en nuestros sentidos. Igual que el alma del héroe, invencible.
Kaori
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