Últimamente me estoy encontrado con varios «clásicos» de lo más interesantes. He aquí «Cautivos del mal», dirigida por Vicente Minnelli y protagonizada por un Kirk Douglas maravilloso, que absorbe y descuartiza, como su propio personaje, al reparto que le rodea. Lana Turner no importa que lo haga bien o lo haga mal: todos la miramos.

Cine dentro del cine, varias películas dentro de una película; un director dirigiendo a un director, productores produciendo a productores y actores interpretando actores. Una muñeca rusa bastante conseguida. La verdad es que la película contiene auténticas lecciones de cine que parecen ya olvidadas, pero que suponen, para mi gusto, uno de los grandes aciertos de «Cautivos del mal», verdadero homenaje al Séptimo Arte concebido precisamente como eso: como Arte. Creatividad, sentimiento, belleza, originalidad, intensidad, personalidad, ingenio; el Cine como mucho más que un montón de dinero. El Cine casi, casi como una forma de vivir.

El problema con el que me encuentro es que eso de las tres historias separadas en tres flashbacks diferentes rompe un poco la trama y el ritmo. Especialmente cuando llega la última tras haber visto la segunda, sin duda la mejor y más completa, también la más oscura y ladina. La tercera ya se afronta sin muchas ganas. A esas alturas sabemos de sobra la personalidad de Jonathan Shields, con sus virtudes y sus defectos, sus debilidades y sus grandezas. Yo he de decir que no me cae mal y se gana mi respeto, a pesar de sus errores. Su escena con Georgia en su casa, después del estreno, me parece sensacional.

¿Cautivos del mal? No tanto; cautivos del Cine y de Kirk Douglas.