Demasiado optimismo tenía Chaplin en el ser humano. ¿De verdad todos nacemos ángeles? No sabría qué decir, sinceramente.

Sea como sea, «El chico» es una ternura de película, realmente emotiva, corta y simple, algo que le sienta bien al cine mudo. Para reírme con las grandes estrellas de la época, me gusta la pantomima y lo surrealista de algunas situaciones que provoca la insonoridad, desde luego, pero también creo que desde los años veinte el Cine ha mejorado bastante, admitámoslo sin tapujos.

Centrándonos en la película, lo cierto es que la sonrisa no te la quitas de la cara, sobre todo gracias (lo siento, Chaplin, te han hecho sombra) al pequeño Jackie Coogan, niño a todas luces prodigio, porque nos hace una interpretación digna de aplauso: creíble, sentida, natural. Perfecto, vamos. Además, que es una ricura de niño, y máxime vestido con ese peto y ese jersey cinco tallas más grande y su enorme gorra, todo un referente del cine. Su brevedad la hace amena y diáfana, y la banda sonora es muy destacable, así como algunos momentos donde el amor paterno-filial sobresale de la pantalla.

Chaplin, siempre optimista, se atreve hasta a soñar con ángeles, y nos deja a todos con una sabor de boca de lo más dulce. Muy lograda a pesar de sus evidentes limitaciones.