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España España · Málaga
Voto de Kaori:
7
Drama En un elitista y estricto colegio privado de Nueva Inglaterra, un grupo de alumnos descubrirá la poesía, el significado del "carpe diem" -aprovechar el momento- y la importancia vital de luchar por alcanzar los sueños, gracias al Sr. Keating, un excéntrico profesor que despierta sus mentes por medio de métodos poco convencionales. (FILMAFFINITY)
11 de mayo de 2014
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pensar es peligroso. Esto, dicho así, suena extraño, puede que incomprensible, pero es algo de lo que deberíamos ser conscientes en nuestro día a día. Peter Weir y su película nos lo enseñan, por encima de ese Carpe Diem, creo que malentendido y sobrevalorado.

Lo importante es que el profesor Keating toma el riesgo de inculcarle a unos jóvenes que empiezan a vivir la obligación, el deber, la necesidad, de que piensen por sí mismos. Nadie dijo que esto fuera fácil, aunque erróneamente se cree que es algo sin ninguna importancia, repitiendo el mantra de la libertad con tanto ahínco y fatuidad que pierde su verdadera esencia. Keating quiere que sus alumnos sean realmente libres, lo que significa que han de tomar sus propias decisiones, buenas o malas, pero libres al fin y al cabo. «El club de los poetas muertos» no elude la responsabilidad que este paso conlleva, ese es su gran acierto, su enorme valentía, y de ahí que muestre el prisma de la libertad individual tanto en positivo como en negativo. Keating nunca dijo que pensar por uno mismo te condujese a la felicidad. Posiblemente tendría que habérselo dejado claro a sus alumnos durante sus bonitas clases de Literatura; insistir en que la libertad sin inteligencia, sin prudencia, como él mismo afirma en una ocasión, es una estupidez; que hay caminos muy libres y muy equivocados. Puede que entonces no hubieran tenido que aprender la lección con sangre y tragedia.

Al profesor Keating se le asocia con posturas anarquizantes y en extremo liberales pero realmente no hay auténticas muestras de ello; su crítica no es al sistema, ni a las costumbres, ni a nada en particular. Keating no se pronuncia al respecto. Él mismo es fruto de ese sistema, de ese colegio Welton donde se graduó con honores, que no se nos olvide, y de hecho vuelve a él. Lo que sí hace, y eso sí lo sabemos porque es lo que nos muestran, es defender unos valores superiores, vitales y literarios relacionados con ese Romanticismo «muerto» y olvidado que exalta al individuo y las emociones, el amor apasionado, el Arte y la belleza, el espíritu sobre la materia, la voluntad del Hombre, la grandeza, lo imposible. ¿En qué ideología incluiríamos esta ola romántica? El máximo representante de esta corriente es el inolvidable Nuwanda, guerrero y poeta, combativo y honorable, digno y orgulloso con la humildad de la más alta élite. ¿Hacia dónde le lleva su libertad? ¿También él se estará equivocando? Eso ya no lo sabremos.

Emotiva y delicada recta final, sin ningún esfuerzo, además, por parte de Peter Weir, quien te hace llorar con un paisaje de nieve. Keating se va pero la enseñanza queda sobre los pupitres: seamos libres para aspirar a lo sublime.
Kaori
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