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España España · Málaga
Voto de Kaori:
3
Drama Robert Stroud es un preso conflictivo que ha sido condenado a cumplir una pena de doce años en una celda incomunicada. Un día decide cuidar a un pájaro herido que encuentra en la ventana de su calabozo y, entonces, descubre que su verdadera vocación es el estudio de las aves. (FILMAFFINITY)
2 de noviembre de 2013
6 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Podría empezar esta crítica gastando mil bromas referentes a los pájaros y sus circunstancias, todas creadas a tiempo real mientras veía esta cinta de John Frankenheimer sobre un preso, en apariencia cualquiera, que sin embargo guarda una inteligencia prodigiosa que le lleva a hacerse el mejor especialista en ornitología, no ya de Estados Unidos, sino de todo el mundo. Y eso nada más para empezar, ¿eh?

Tenía muchas ganas de ver «El hombre de Alcatraz» porque es un clásico, porque es en blanco y negro, porque es un drama y porque sale Burt Lancaster, que me encanta. Ahora no se la recomendaría a nadie, sinceramente. Aceptemos la crítica que subyace a la trama: aceptemos que el hombre debe mantener la dignidad en todo momento; aceptemos que, muchas veces, la cárcel no cumple con estas expectativas y en vez de un lugar que nos proteja de y, a su vez, proteja al culpable, se convierte en un verdadero infierno que lo único que hace es empeorar al detenido. Todo esto lo acepto y, de hecho, estoy de acuerdo, pero ¿cuál es la solución? ¿Cómo debe ser esa cárcel, si es que hay cárcel? El protagonista Robert Stroud no da ninguna respuesta. Frankenheimer tampoco. Me pregunto, os pregunto, qué debemos hacer con un hombre que comete dos asesinatos y no muestra, además, arrepentimiento alguno. Qué podemos hacer, pregunto. Este tema es uno de lo más delicados y me atrevería a decir que importantes de la sociedad, pero se oculta y se camufla con mucha demagogia y nulo interés, por desgracia.

Sin embargo, y aceptando todo esto, «El hombre de Alcatraz» como cinta cinematográfica deja bastante que desear. Ante problemas tan lacerantes como la privación de libertad, el crimen y los fallos y fundamentos del sistema penitenciario, los personajes y la historia se desviven por unos pájaros que, por supuesto, cuentan con todo mi respeto y cariño pero que, bueno, en fin, no es el momento ni el lugar para ponerse a hablar de ellos. Está bien que se muestre a los animales como signos de humanización, pero esto hay que exponerlo en su medida justa y sincera, dentro de un debate más amplio y un comportamiento sensato. Porque, tal y como está planteado, es difícil de creer que Stroud luche tanto por guardar sus animales y no por conseguir su libertad, ni por reivindicar precisamente al Hombre ante el castigo del Estado.

La reflexión, pues, me parece limitada y el hilo argumental nada atrayente; por momentos, risible y aburrido, aunque técnicamente la película es correcta. En lo personal, la voz en off estorba más que ayuda y la interpretación de Burt Lancaster es lo único que de verdad tiene un mérito inmenso; atención a la respiración envejecida y entrecortada en la parte del motín.

Como he dicho, no te la recomiendo. Eso sí: los pajaritos son preciosos.
Kaori
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