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España España · Málaga
Voto de Kaori:
5
Drama. Romance Una mañana de invierno un maduro norteamericano y una joven muchacha parisina se encuentran casualmente mientras visitan un piso de alquiler en París. La pasión se apodera de ellos y mantienen relaciones sexuales en el piso vacío. Cuando abandonan el edificio, ambos se ponen de acuerdo para volver a encontrarse allí, en soledad, sin preguntarse ni siquiera sus nombres. (FILMAFFINITY)
8 de diciembre de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si tras ver esta película muchos espectadores no verán con los mismos ojos una inocente tarrina de mantequilla, ya ni os cuento del trauma de Maria Schneider ante esa escena improvisada (¡improvisada!) por Marlon Brando, previo acuerdo con Bertolucci. La pobre de Schneider se vio asaltada y, según ella misma dice, «violada» en ese momento en que nada sabía de lo que iba a ocurrir cuando Brando le dijo aquello de «tráeme la mantequilla».

Así, se podrá imaginar que el sexo de Bertolucci es llamativo por su fealdad y su desagrado, humillante a veces pero, sobre todo, falto de erotismo; nada de lo que aquí ocurre es excitante y más bien se presenta como una pulsión liberadora del ser humano en la que no importa si hay placer o no hay placer, sino el desatarse, el ir un paso más allá de lo bueno o de lo malo, el hacer cualquier cosa fuera de lo que conocemos, sin límites ni barreras. Entiéndase esto en el contexto de la historia, en su fondo, en lo que hay más allá de sus cuatro escarceos medio tapados: dos visiones ideológicas y contrapuestas de la vida. El descreimiento, a un paso del nihilismo, de quien rechaza la moral aprendida, crítica lanzada desde la rabia y no desde la inteligencia y la reflexión, lo que le hace perder consistencia; y quien acepta los valores occidentales y presumiblemente cristianos de la sociedad, aunque aparente lo contrario. Paul y Jeanne, claro.

A partir de aquí, «El último tango en París» resulta cada vez más confusa, con personajes que se perciben como irreales en su desarrollo y comportamientos, por ser quizá demasiado elucubrados y poco naturales, si bien no carecen del todo de verdad. Por ejemplo, el desencanto decadente de Paul o la atracción edípica de Jeanne hacia su desconocido es verosímil. Sin embargo, nos vamos dando cuenta de la incongruencia que supone que Paul, el bohemio, el desafiante, el que explora para liberar y liberarse, termine buscando el lazo convencional, el hogar sin mantequilla y sí con esa familia que tanto odia por represora y mistificadora. Desconozco si Bertolucci pretendía esta incoherencia o le salió sin querer, o es que era la única forma que encontró para que Paul fuese, a fin de cuentas, el héroe en un desenlace sorprendente y desconcertante que libera, y esta vez de manera radical, a los personajes.

La dirección de Bertolucci me gusta por íntima y amarillenta, la banda sonora es de lo mejor de la cinta y Marlon Brando es el mayor superviviente del metraje, con una interpretación admirable y arriesgada, más hacia dentro que hacia fuera, y con un paseo por una pista de baile mientras enciende un cigarrillo que impacta más que todo lo visto hasta entonces. Pero qué genio.

Yo con Marlon Brando bailo el tango cuando quiera. Pero sólo el tango, ¿eh?
Kaori
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