Históricamente hablando la película está muy bien hecha. Se parecian perfectamente los cambios a los que Japón fue sometido durante la Restauración Meiji y nos propone una profunda relfexión sobre uno de los problemas de la globalización: la pérdida de la propia identidad de cada país. En este caso nos propone la desaparición de los guerreros samurai.

Edward Zwick realiza una correcta dirección de esta película a la que solo le veo un fallo bastante gordo: Tom Cruise. Parece que la película ha sido realizada para ponerle por las nubes como actor y para mí deja muchísimo que desear. Ni en versión original consigue gustarme más. Su compañero de reparto, Ken Watanabe, sobresale por encima de él y coloca un listón tan alto que el bajito de Cruise es completamente incapaz de alcanzar. Si Cruise buscaba el Oscar le salió el tiro por la culata.

Si le gusta la historia y la cultura japonesa es una pieza imprescindible, a pesar de Tom Cruise. Si no le soporta mejor que no la vea.