Cuando creíamos que lo habíamos visto todo del género bélico aparece Clint Eastwood con sus Banderas de nuestros padres y sus Cartas desde Iwo Jima para demostrarnos que estábamos equivocados. Sólo Kubrick había sido capaz de reflejar en una película aspectos de la guerra que van más allá de las batallas y los baños de sangre. El honor, la amistad y la compasión son algunos de los aspectos con los que el director americano nos deleita en estos dos grandes largometrajes, sobretodo en esta visión japonesa de la batalla de Iwo Jima.

Mucho mejor que su visión americana, Cartas desde Iwo Jima nos conduce hacia un modo de ver la vida y el honor muy distinto al occidental. Aun sabiendo que tenían la batalla perdida de antemano, lucharon. A muchos ejércitos les hubiera gustado poder contar con soldados como esos. Pero el verdadero mensaje que nos quiere transmitir Eastwood es que las guerras no son honorables y que no deben ser recordadas por los ganadores, sino por los que perecieron injustamente en ellas por culpa de una serie de egoístas dirigentes que no se les ocurrió mejor cosa que pegarse tiros para salvar sus diferencias.