La cosa viene de antiguo. Según una interpretación rabínica de estudiosos de la Biblia en el principio Dios creo al hombre y a la mujer iguales. Adán y Lilith. Pero Adán (ya empezamos) no quería tratarla como igual sino como subordinada y lógicamente Lilith hizo las maletas y pronunciando el nombre de Dios en vano se largo del "paraíso". Dios en su infinita misericordia la condenó para siempre y la convirtió en un demonio, amén de sustituirla por una costilla de Adán que siempre es algo más sumiso, llamada Eva. De esos barros vienen estos lodos. Y hasta hoy. Quizás por eso el único estado del mundo donde las mujeres no pueden votar sea el Vaticano.

En tiempos de empoderamiento femenino, más aparente que real, no está de más recordar que la discriminación por razón de genero es una lacra vergonzosa desde el origen de los tiempos, que se sigue perpetuando hoy en día y que no hay que abandonar el "primer mundo" para encontrársela a la vuelta de la esquina. Violencia, brecha salarial, abusos sexuales... El sufragio femenino se reconoció en la Declaración Universal  de los  Derechos Humanos en..., !! 1948 !!. 

La suiza Pietra Bondina hace un ejercicio didáctico de autocrítica en su propio país y nos lleva a los 70 en plena revolución sexual y de derechos civiles mundial mientras que como en Asterix, ciertas "aldeas" de la vieja Europa siguen resistiendo en un patriarcado machista del que no acaban de desprenderse. Con una buena interpretación coral capitaneada por Marie Leunberger y bajo un tono de comedia que no quiere hacer demasiada sangre, la directora deja entrever el yugo femenino y su frustraciones como seres humanos. Bien rodada con un trabajo nítido y limpio se permite Bondina algún detalle de estilo en un guión que va de más a menos pero que es necesario y oportuno ante aquellos que vienen con las rebajas.