Lo positivo: "Anna Karenina" impacta. Es visualmente casi impecable en cuanto a diseño de vestuario, escenografía, banda sonora, fotografía y montaje. Por no hablar de lo más original: su extraordinaria puesta en escena dentro de un teatro, el inteligente uso de los efectos digitales en los planos de cámara y la velada comparación de la sociedad rusa del siglo XIX con una puesta en escena donde conviven varios niveles. En fin, artísticamente tiene calidad. Pero, ¿dónde queda lo demás? Alguien no ha dirigido bien...
Lo primero que hay que decir, es que "Anna Karenina" es una película sumamente irregular. Junto a momentos de histrionismo bien logrado, conviven otros que no dan ni frío ni calor. Eso, por no hablar de otros desaguisados como el también irregular reparto, donde se mezclan actores medianamente buenos - léase Jude Law - con otros que, vamos, están en el cine serio por error - sí, Keira Knightley, es contigo -. La supervalorada estrella de "Piratas del Caribe" ahora participa en una película en la que nunca cambió las sedas por las espadas. Es decir, que es una estirada de lo peor. Ni siquiera cuando ya la doble vida comienza a patinarle la chaveta, logra levantar su aburrida, predecible y patética actuación. Querida, yo que tú, aprovechaba la cara bonita y me quedaba solo de modelo.
A grandes rasgos: vale la pena verla, pero no dos veces.