Imaginemos por un momento a John le Carré perezoso sentado en el salón de su casa. Se nota tan poco inspirado esa tarde que decide encender el televisor. De pronto escucha un texto leído por una mujer interrumpido por frases sueltas en árabe, todo ello acompañado de imágenes como fogonazos y unos créditos infestados de documentos clasificados. Su curiosidad poco a poco se torna en una sensación incómoda: alguien, con una habilidad portentosa, le ha usurpado todo su mundo. Ese alguien es Hugo Blick, que ya anunciaba sus intenciones en su maravillosa The Shadow Line. Nessa Stein es su chica del tambor, Hugh Hayden-Hoyle es su Smiley, y por si fuera poco el título remeda a su estupenda El honorable colegial. Pero esa incomodidad acaba resultando irritante porque se pregunta ¡¡¡Cómo coño no he escrito yo esto!!!

Historia compleja, con permanentes saltos en el tiempo, con juegos a dos, tres y hasta cuatro bandas, contada con una potencia visual y narrativa sólo al alcance de esos malditos británicos (por más que Sundance TV ande de por medio). Atentando contra la cronología, esta gente ha convertido a Homeland en un mediocre spinn off de esta obra maestra. Maggie Gyllehald hace de Claire Danes una principiante y Stephen Rea convierte a Mandy Patinkin en un aficionado. El guión es exuberante, con capas superpuestas, en el que sin embargo, cada escena, por más distante que esté de la anterior temporal y geográficamente, es un avance sin descanso, con diálogos vivos, matizados, sutiles, llenos de significados, declamados, susurrados, gritados, siempre en su tono ajustado por un elenco de actores celestiales.

Cada personaje sin excepción tiene una justificación, cada uno es capaz de la mayor grandeza o miseria, en una historia sin héroes, llenas de individuos de carne y hueso dispuestos a luchar sin aliento por aquello en lo que creen.

Vedla (debería ser obligatoria), en silencio, escuchando cada frase, observando cada detalle, en una historia fascinante que demuestra que la geopolítica, la realpolitik, no es un insípido juego en un tablero, sino un puzzle inmenso en el que las piezas están hechas de sangre, vísceras y corazón.

Sólo resta decir que el personaje de Hayden-Hoyle debería ser rescatado en el futuro. Es digno de protagonizar toda una saga creando un digno Karla que le replique.

¡Que Dios bendiga a la Reina!