Me resulta desalentador que el gran estreno del año, la gran apuesta de un gran estudio para la temporada sea un producto tan desalmado y falto de espectáculo; es muy paradójico, la verdad. Claro, si usted como espectador se conforma con dos horas de infografía monda y lironda, llegará al orgasmo con gran parte del cine actual, incluido este mamotreto repleto de superficies pulimentadas y hembras recauchutadas, pero si concibe el cine como una historia interpretada y montada con gracia, pierda toda esperanza. Tron, hablando claro, parte de un guión (muy) majadero en la línea del delirio técnico-filosófico de Matrix Revolutions, que nos presenta un mundo digital sin ninguna lógica interna y en el que Jeff Bridges (aquí tiene su cheque, Mr Bridges), múltiples clones virtuales suyos, su hijo y varios zascandiles en látex se pasan el metraje zurrándose con objetos de neón, persiguiéndose montados en objetos de neón y destrozando estructuras de neón. El problema es que la supuesta acción es torpe, aburrida, carente de ritmo, e intercala diálogos supuestamente profundos en lo técnico y en lo emocional pero que acaban matando la narración e irritando a cualquier inteligencia media. En definitiva, película floja en todos los sentidos y en la que la imaginería digital ya no tiene ni siquiera un papel de evasión. Lo único mínimamente interesante es la banda sonora de Daft Punk.