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Voto de Juan Marey:
8
Terror. Thriller Londres, año 1761. A pesar de que el manicomio de Bedlam es un lugar siniestro y dejado de la mano de Dios, se ha convertido en un lugar de peregrinación para la clase alta londinense, que se divierte observando con pavor a los enfermos recluidos allí. Nell Bowen (Anna Lee), horrorizada al ver el trato que reciben los pacientes, hará todo lo posible por mejorar las condiciones del centro. Pero el director del manicomio, el siniestro e ... [+]
4 de enero de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Bethlem Royal Hospital fue uno de los psiquiátricos más famoso del mundo y el que más ha contribuido a crear el mito del manicomio de pesadilla, durante años más que un hospital fue casi un “zoo humano”, una galería a donde los ricos de Londres acudían en tropel para (previo pago de un chelín por entrada) disfrutar del espectáculo de los "locos". La leyenda negra del Bethlem se ha replicado mil veces en la literatura y en 1946 inspiró a Mack Robson para su película “Bedlam, Hospital psiquiátrico”.

Después de estos preámbulos, entremos en materia: tras el éxito de "The Body Snatcher" y "Isle of the Dead" la RKO decidió recompensar a Lewton aumentando su presupuesto para lo que resultaría ser su última película B de terror para ellos; siguiendo a "Isle of the Dead" y "The Body Snatcher", "Bedlam" fue otra película “de época” con asombrosa atención al detalle, y al igual que "Isle of the Dead" también se inspiró en una pintura, en este caso en una serie de grabados del artista británico del siglo XVIII William Hogarth. El guion fue escrito por Mark Robson y Val Lewton, al parecer también se inspiró en las escrituras de Casanova y el poeta inglés Nicholas Breton, estamos en los comienzos de la década del ´40 y se produce un giro en la producciones fílmicas de terror, ya no se trataba de asustar a los espectadores con los clásicos monstruos -Drácula y Frankenstein estaban en franca decadencia- sino de provocar la inquietud en formas mas sutiles. El director de fotografía fue el gran Nicholas Musuraca que hacia 1940 estableció las pautas estilísticas que aportarían el look visual característico del cine negro, con la creación de turbadoras atmósferas a base de juegos de luces y sombras, con el silueteado de los personajes, creando fuertes contrastes de luz, siempre con medios sencillos, desarrolló un estilo visual propio de atmósferas oníricas y amenazantes que trasladaría a otros géneros, y la verdad es que este film apenas tiene que envidiar a las maravillosas películas que el gran Jacques Tourneur rodó con la pareja Lewton-Musuraca (“La mujer pantera” y “Regreso al pasado”).

La película sirve como crítica histórica a las lamentables condiciones de vida y el brutal tratamiento que sufrían las personas recluidas en el centro de salud mental de St. Mary’s of Bethlehem, el primer hospital de Inglaterra que trató enfermos mentales, y que a pesar de crearse con toda la buena intención del mundo, con el paso del tiempo las condiciones de vida allí dentro fueron degenerando hasta límites insospechados; asimismo podemos ver los tribunales que se organizaban para juzgar si mentalmente una persona estaba cuerda o no, dejando bien claro que si alguien te quería encerrar, con algunos comentarios malintencionados y un pequeño soborno, lo podías tener muy peliagudo, cosa que queda bien clara aquí. Se trata de un film perfectamente construido, muy sólido, repleto de secuencias memorables y con un Boris Karloff inconmensurable, inteligente pero desagradable a la vez, con su sola presencia hace que la película gane enteros cada vez que aparece, permitiéndonos disfrutar con el seseo tan característico de su voz mientras hace uso de sus argucias argumentales para manipular a los que le rodean y lograr sus objetivos.

Martin Scorsese ha dicho que los fanáticos del cine que no les gustan las películas de terror no pueden ser verdaderos fanáticos del cine. Las películas de terror como esta son películas en su forma más visceral, jugando con nuestros cuerpos y nuestras mentes, provocando reacciones, en estos días llenos de salpicaduras de maldiciones ridículas y sangrías incontroladas, hoy en día la mayoría de las películas de terror no afectan nuestra imaginación como lo hicieron esta y otras memorables películas antiguas, incluso su falta de color le da al espectador algo más espeluznante, algo sacado de los terrores de la noche.
Juan Marey
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