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Voto de Juan Marey:
9
Drama. Romance. Thriller Un desertor del ejército francés (Jean Gabin), llega a Le Havre -una ciudad permanentemente envuelta en la niebla-, para huir en barco. Conoce a Nelly (Michèle Morgan) en Casa Panamá, un garito del muelle, y simpatizan de inmediato; ella es una joven de 17 años tiranizada por su tutor, Zabel (Michele Simon), un hombre extraño que mantiene tratos con un grupo de jóvenes que juegan a ser mafiosos. Uno de ellos acosa a Nelly, y Jean lo ... [+]
14 de mayo de 2017
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El muelle de las brumas” es, sin lugar a dudas, una de las películas referentes del cine francés de todos los tiempos, Jacques Prévert, colaborador habitual de Carné, fue el encargado de escribir el guión que está basado en una novela escrita por Pierre Dumarchais. En él, se nos cuenta una historia de carácter social, pero protagonizada por personajes que parecen salidos de un sueño, como el pintor que se quiere suicidar, el borracho que únicamente desea dormir una noche en una cama con sábanas blancas o Panamá, el dueño de la taberna portuaria, cuya bondad con los demás únicamente es comparable con su amor por el país con cuyo nombre le han apodado.

En la película se nos presenta una soberbia combinación entre cine negro y el realismo poético francés tan en boga en la época. Tanto la trama como la recreación de los escenarios nos remiten al cine negro, así como el personaje de Jean (interpretado por un siempre infalible Jean Gabin), quien encarna al prototipo de antihéroe que tanto éxito tendría cuando el género emergió en Hollywood: un hombre antipático, atormentado y que huye de su pasado; alguien que lucha contra su fatídico destino, pero que lo hace sin esperanza, casi por inercia. Carné, con su puesta en escena encierra a sus personajes en encuadres simbólicos que de algún modo los sitúa en un punto intermedio entre realidad y sueño, baste citar por ejemplo el destino del pintor antes mencionado, uno de esos perdidos personajes que pululan por ese muelle, y que pinta cosas que nadie ve, un destino buscado conscientemente y que es recibido con terrible frialdad por el resto de personajes. Carné habla del amor, pero también de la muerte, la que todo se lleva. Todo.

La fotografía, obra de Eugen Schufftan, es sencillamente magistral, usando la niebla como un elemento activo en la película. Para ellos se utilizó una iluminación dura que contrasta claramente las escenas diurnas con las nocturnas. A ello se suma la dirección artística del maestro Alexander Trauner, el cual crea unas escenografías estilizadas, casi fantasmagóricas. A destacar también la fantástica actuación de la pareja protagonista. Jean Gabin vuelve a repetir el mismo tipo de personaje que había realizado el año anterior en otra gran película, “Pépé le Moko” (Julien Duvivier, 1937), su papel de hombre duro, fuerte, pero frágil por dentro y de buen corazón nos vuelve a llegar a lo más hondo. Para ello cuenta con la inestimable colaboración de su compañera en la película Michéle Morgan, cuya mirada pura y cristalina nos introduce en un mundo de nostalgia.

Una película maravillosa en la que todos los personajes (incluidos los secundarios) están desarrollados a la perfección y las escenas se suceden a buen ritmo; una pequeña joya, considerada como una de las obras cumbre de su director y del cine francés en general.
Juan Marey
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