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España España · Marte
Voto de Gort:
8
8.2
5,826
Documental Doce años después de la Liberación y del descubrimiento de los campos de concentración nazis, Alain Resnais entra en el desierto y siniestro campo de Auschwitz. Lentos travellings en color sobre la arquitectura despoblada, donde la hierba crece de nuevo, alternan con imágenes de archivo (en blanco y negro, rodadas en 1944) que reconstruyen la inimaginable tragedia que sufrieron los prisioneros así como las causas y las consecuencias de ... [+]
28 de octubre de 2008
26 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sólo hierbajos y zarzales crecen en la campiña abandonada que rodea los barracones de los campos de concentración -espacio yermo y ahíto de historia-, también de ella brota el ruido.

Adentrándose aún recelosa por los vestigios del holocausto, la imagen nace deslindada de la voz que narra, sabiéndose responsable del malestar que esta última expresa: sospechando de la monumentalidad del recinto –producida por la historia, relato de los vencedores-, constatando lo incompleto de la ruina, ¿cómo poder llegar a recordar lo sucedido?, ¿cómo se recuerda algo que no se ha vivido?

Por senderos de distinto orden transitan entonces ambas, voz e imagen, la primera lamentando no poder sino mostrar la superficie de la historia, la cáscara vacía de lo acontecido; la segunda volviéndose más y más opaca en su narración documental a través de testimonios gráficos (la pila de cadáveres desnudos, los rostros enjutos…). Parecen compadecerse por su incapacidad para superar el límite, para rescatar una miga de verdad.
En realidad es todo pura estrategia, aspiran secretamente a producir lo que sintió el poeta mientras observaba a la lejanía desde lo alto de la montaña:

[…] e mi sovvien l’eterno,
E le morte stagioni, e la presente
E viva, e il suon di lei […]

[...y me sobreviene lo eterno,
Y las muertas estaciones, y las presentes
Y vivas, y el sonido de ellas...]

(L’infinito, G. Leopardi)

De la conjunción afortunada de imagen y voz surge un rumor como de lejana caballería al galope, estrépito que se siente más con el cuerpo que con el oído y que configura un momento de verdad histórica, de captura de un instante perdido en el tiempo.

Este temblor que sobrecoge al corazón es también “el llanto sin fin de la humanidad”, aquél al que las líneas finales nos instan a escuchar antes que “sobrevivir a estas ruinas con nuestra mirada sincera, como si el antiguo monstruo yaciera aplastado para siempre bajo los escombros.”
Gort
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