Para quienes hemos seguido la carrera de Ryan Reynolds, especialmente desde los tiempos de "Pizza Place" de 1998, sabíamos lo que esperar de esta película. Desde luego que hoy es muy fácil contrastar a Reynolds con papeles posteriores, pero desafío a cualquier espectador que la vea 7 u 8 veces e intente imitar alguna de las escenas de este actor, o del personaje que interpreta a Calvin o Bishop.
Especialmente significativa para todos aquellos que hemos trabajado en atención al público, la película muestra un día sobreviviendo las miserias de un trabajo mal pago, exigente, responsable y olvidado. No me voy a detener en la efectividad de los gags, algunos son memorables, otros no han surtido tan buen efecto, pero recomiendo al espectador que si está con ánimos moralistas, esperando actuaciones memorables, un montaje inolvidable o un guión superlativo... esta no es su película. Sin embargo deja mucho de entrever las características humanas más mundanas: las groserías, excitación, frustración, fobias, bromas, etc. que forman parte de nuestro vocabulario diario.