Me parece increíble que esta serie, un auténtico producto de lujo, no haya calado en el público americano. Vemos como se desarrolla un programa de humor en directo, al más estilo Saturday Night Live: el estrés de los guionistas a la hora de encontrar buen material para emitir, los problemas personales de los actores que al final siempre acaban salpicando al programa, las tiranteces entre los productores del programa y los directivos de la cadena, las respuestas de los neocons y parte de la sociedad conservadora americana a los sketches con tintes políticos (obviamente, con tintes demócratas), etc.
Aaron Sorkin sigue con la calidad a la hora de hacer televisión. Los actores sobresalientes, si hasta te olvidas de que Matthew Perry salía en Friends. Los guiones son impresionantes, no hay un momento de respiro, se intercambian diálogos a una velocidad sónica, típico de Sorkin.
El único fallo que le encuentro a la serie, es que en algunos momentos las gracias o las tramas giran sobre asuntos muy particulares de la sociedad norteamericana, por lo que algo siempre se pierde.