Un hombre recibe una carta en la que se le informa que, tras más de 50 años, ha aparecido congelado en un glaciar el cadáver de la que fue su anterior novia antes de casarse con su actual mujer, la cual se encuentra preparando la fiesta por el 45 aniversario de su boda.

La segunda película de la sección de cine del Festival Actual 2016 (a la primera no pude asistir por asuntos personales, la japonesa de animación El niño y la bestia, de la cual no he oído más que alabanzas) es una historia de amor adulto. Su director Andrew Haigh confía en dos reputados veteranos de la interpretación todo el peso de la cinta, como son Tom Courtenay y Charlotte Rampling, que dan vida al matrimonio protagonista. Es ella no obstante la que roza la perfección en su actuación, recibiendo numerosos premios en casi todos los festivales en los que se ha proyectado el film. Contempla atónita como el inmenso castillo de naipes que había ido construyendo junto a su marido durante tantos años, pende de un hilo por el comportamiento y actitud de él en cuanto recibe la dichosa carta, que se convierte en un tsunami devastador de sentimientos y recuerdos. No digo que la película sea floja, porque tiene mimbres de cine clásico y de pequeña obra maestra, pero a mi no me ha gustado, lo siento. Es demasiado lenta, por lo que se agradece que sea corta, y los escasos diálogos son más de miradas que de palabras porque los silencios ensordan más que las voces, pero para mi ninguno de los dos esposos obran de forma correcta, y por eso es por lo que no me gusta la película, porque los dos sufren porque quieren, tal vez por aburrimiento y por buscar un nuevo aliciente. Considero que él no puede y no debe darle tanta importancia a lo que sucedió hace más de 50 años, primero porque ya no hay vuelta atrás y segundo porque es como que no le da ninguna importancia a toda la vida que lleva junto a su mujer y se deja llevar por la melancolía y por los sueños de la infancia creyendo que todo tiempo pasado era mejor. Peca de escasa mano izquierda y de falta de cintura. Con haber hecho una bola de papel con la carta y haberla tirado a la basura hubiera bastado. Y ella pienso que actúa de forma egoísta y tal vez infantil. Hubiera deseado que su marido no hubiese tenido esa historia en el pasado y que él hubiera sido siempre suyo pero las cosas ocurren por alguna razón y no se puede cambiar el pasado ni tener celos de lo que ya no existe. Es verdad que si él no hubiera estado tan abatido por el suceso ella no se hubiera alterado tanto pero no es justo tampoco juzgarlo a él más por un hecho aislado del pasado que por lo que le ha aportado tan tantos años de matrimonio. ¿O acaso su matrimonio ha sido un cúmulo de historias vacías? Entonces igual me creo la historia un poquito...El caso es que salí de la sala decepcionado y aburrido. Deseo de verdad ser una opinión aislada de todos los que acudimos ayer al Teatro Bretón pero me da en la nariz que no, porque será buena y merecerá la pena para quien se sienta identificado con ellos pero para el resto no deja de ser un tostón considerable.

Sacapuntas de oro: El último baile en donde ella ata todos los cabos. El momento diapositivas. Que es más terrorífico lo que se calla que lo que se dice. Que nos muestre sin tapujos el sexo más allá de los 70. La soberbia interpretación de ella y su razonable parecido con nuestra ¿Reina? Sofía.

Sacapuntas de madera: Comprobar que la falta de sinceridad en la mayoría de las parejas no entiende de edad. Tan lenta como insegura, tan triste como ridícula. ¿Realmente era a él al único que le tenían que mandar la carta?

Nota: 5,5 Sacapuntas.