Marv Newland, no estimándose a sí mismo, sintiéndose incapaz, busca compensación aniquilando los valores del mundo, lugar que el percibe repleto de falsedades y estereotipos magnánimos. El nihilista, profana el arquetipo del cervatillo ideal, una suerte de características neoconservadoras con la infame misión de incidir en el pensamiento de los impúberes que, expuestos a semejantes monerías, carecen de la disposición debida ante la atroz sociedad que les espera. Este cortometraje representa, además, una bella negación de la naturaleza como madre sabia, protectora y armoniosa. Nos la muestra sin tapujos, como una mala puta cruel y despiadada. Nos recuerda también que, pese a la aparente ecuanimidad de nuestro entorno, no debemos encomendarnos a la dejadez y la despreocupación, pues el más seguro de los pastos puede ser perturbado por la sin piedad. Estamos en un mundo cruel que idolatra a los débiles, a los Bambis lloricas que corren tras las mariposas. Demos una buena bofetada a aquellos sensibleros que se compadecen por las moscas del vinagre.