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Voto de Sitodine:
6
5.1
98,276
Terror. Intriga
El 21 de octubre de 1994, Heather Donahue, Joshua Leonard y Michael Williams entraron en un bosque de Maryland para rodar un documental sobre una leyenda local, "La bruja de Blair". No se volvió a saber de ellos. Un año después, fue encontrada la cámara con la que rodaron: mostraba los terroríficos hechos que dieron lugar a su desaparición. (FILMAFFINITY)
18 de octubre de 2011
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película “El Proyecto de la Bruja de Blair” siempre me recordará a Raulito (el nombre no es el verdadero, por si acaso). Cuando se estrenó la película, yo tendría unos trece años, lo que significa que andaba por 1º o 2º de ESO. Para ilustraros un poco, os diré que Raulito era una mole de chaval, famoso por tener en su haber grandes hitos reseñables. En una ocasión, acojonó a media primaria contando que por las noches se le aparecía un fantasma que le profetizaba las muertes de la gente, incluso la suya propia, suceso que provocó numerosas quejas de algunos padres sin demasiadas neuronas y una charla de lo más surrealista a los alumnos sobre “los peligros de la ouija” (te cagas). Mítico.
Un buen día, Raulito llegó al colegio visiblemente emocionado. Nos habló de una película que se iba a estrenar en cines y cuyas imágenes eran, ni más ni menos, que las grabaciones reales de un grupo de chicos que había desaparecido en los bosques de Burkittsville. El tío estaba súper contento ¡Por fin existían evidencias de un suceso paranormal! Él ya sabía que estas cosas sobrenaturales eran muy reales. Lo sabía porque su familia tenía un don especial. Raulito había viajado por el triangulo de las bermudas, su mejor amigo crucificaba perros en su barrio, conocía al tío del amigo de un amigo al que habían asesinado colgándole de las tripas, goteando sangre en la bañera, como aquella historia de “los asesinos también saben lamer”, tenía una película snuff que “algún día” nos enseñaría y había visto el programa de Ricky Martin, la niña, el perro y la nocilla. En definitiva, Raulito carecía de una cantidad ingente de vitaminas. Aunque generalmente todos dábamos rienda suelta a sus gilipolleces, recuerdo que un servidor intentó hacerle comprender que “El Proyecto de la Bruja de Blair” no podía ser real por mil y un motivos. Su respuesta jamás se me olvidará. Con una seriedad abrumadora, puso su mano sobre mi hombro y me dijo: Sito; Tú no sabes de lo que son capaces los americanos.
Por supuesto, fui al cine a ver “El Proyecto…” con un grupo de amiguetes. Sin Raulito. Porque Raulito molaba un pegote, pero solo para un rato.
(Al spoiler sin spoiler)
Un buen día, Raulito llegó al colegio visiblemente emocionado. Nos habló de una película que se iba a estrenar en cines y cuyas imágenes eran, ni más ni menos, que las grabaciones reales de un grupo de chicos que había desaparecido en los bosques de Burkittsville. El tío estaba súper contento ¡Por fin existían evidencias de un suceso paranormal! Él ya sabía que estas cosas sobrenaturales eran muy reales. Lo sabía porque su familia tenía un don especial. Raulito había viajado por el triangulo de las bermudas, su mejor amigo crucificaba perros en su barrio, conocía al tío del amigo de un amigo al que habían asesinado colgándole de las tripas, goteando sangre en la bañera, como aquella historia de “los asesinos también saben lamer”, tenía una película snuff que “algún día” nos enseñaría y había visto el programa de Ricky Martin, la niña, el perro y la nocilla. En definitiva, Raulito carecía de una cantidad ingente de vitaminas. Aunque generalmente todos dábamos rienda suelta a sus gilipolleces, recuerdo que un servidor intentó hacerle comprender que “El Proyecto de la Bruja de Blair” no podía ser real por mil y un motivos. Su respuesta jamás se me olvidará. Con una seriedad abrumadora, puso su mano sobre mi hombro y me dijo: Sito; Tú no sabes de lo que son capaces los americanos.
Por supuesto, fui al cine a ver “El Proyecto…” con un grupo de amiguetes. Sin Raulito. Porque Raulito molaba un pegote, pero solo para un rato.
(Al spoiler sin spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Aunque muchos argumenten que la película es una mierda (cierto es que buena, no es) a mi me resulta muy difícil no juzgarla en parte por el mérito que supuso su concepción y por el interesante revuelo que montó y que invitaba, cuanto menos, a soñar un poco. Estamos hablando de una de las películas más rentables de la historia del cine, llamada a sentar precedente sobre las falsas campañas por internet y el conocido marketing viral. Técnica que a mí, que empiezo a ser viejo, me toca bastante las narices. Como falso documental “El proyecto…” funcionó muy bien, y yo la recuerdo como una de las propuestas más originales de la época. Después de su estreno, nadie ha conseguido hacer pasar una película por real con tanto éxito. Ahora puede parecer increíble, pero muchos medios llegaron a tomar “El Proyecto…” como algo auténtico. Antes, ya lo había conseguido la película “Holocausto Caníbal” (1989) de Ruggero Deodato, apareciendo un artículo en la revista Interviú de lo más rigurosamente… ingenuo. Voy a contaros un secreto: Yo no sé si existen las brujas o los fantasmas, pero, joder, los Raulitos son muy, pero que muy reales. A veces los veo. Están por todas partes. Sólo ven lo que quieren ver. No saben que son Raulitos.
Poco después, nuestro Raulito comenzó a vestirse de forma un poco rara, se dejó el pelo a lo fregona y un buen día se puso en pie y le dijo al cura del colegio que no creía en Dios ni en la patria porque él era anarquista. Luego se hizo rapero.
Yo acabé abandonando aquella ciudad sin nombre donde comencé mi adolescencia, corriendo mil y una aventuras, y creciendo... Pero siempre que hablo de cine y sale a relucir algún comentario sobre “El proyecto de la bruja de Blair”, pienso para mis adentros:
"Me cago en la leche. ¿Qué coño habrá sido de Raulito?"
Poco después, nuestro Raulito comenzó a vestirse de forma un poco rara, se dejó el pelo a lo fregona y un buen día se puso en pie y le dijo al cura del colegio que no creía en Dios ni en la patria porque él era anarquista. Luego se hizo rapero.
Yo acabé abandonando aquella ciudad sin nombre donde comencé mi adolescencia, corriendo mil y una aventuras, y creciendo... Pero siempre que hablo de cine y sale a relucir algún comentario sobre “El proyecto de la bruja de Blair”, pienso para mis adentros:
"Me cago en la leche. ¿Qué coño habrá sido de Raulito?"